lunes, 4 de julio de 2011

¡CUÁNTO VALE EL AMOR!


¡CUÁNTO VALE EL AMOR!

Artículo del  Pbro. Richard L. Clifford, Misionero de Maryknoll, sacerdote católico y colaborador de la Pastoral del Amor en la Arquidiócesis de Yucatán.

El domingo 19 de junio salió en la sección Imagen del Diario un artículo de la conocida escritora Gaby Vargas titulado "Son dos palabras difíciles de decir", en el que la señora Vargas insiste en el valor y la necesidad de comunicación en las relaciones en general.

"Escuchar expresiones de reconocimiento y amor -afirma la escritora- simplemente da brillo a nuestra personalidad. Nos hace sentir especiales e indispensables. Cuántas relaciones en nuestra vida desfallecen ante la ausencia de palabras de amor o admiración debido a nuestra incapacidad de pronunciar un 'te quiero'... A veces los adultos, como los niños, necesitamos que nos abracen, nos acaricien y digan que nos quieren. El beneficio es mutuo. Esos instantes hacen la vida llevadera y sentir la calidez de uno en la piel, en la mirada, en la voz y en el alma. Necesitamos escuchar un 'te quiero' y vencer el temor de decirlo".

Cuando leí esas palabras de la señora Vargas vinieron a mi mente varias anécdotas sencillas y sinceras relacionadas con muestras de cariño y/o palabras amorosas. ¡Cuánto me acuerdo, por ejemplo, de aquella mañana cuando un joven, al salir de la Misa, se me acercó con su hermano de 3 ó 4 años que lloraba porque, como me dijo: "¡Pepe no recibió un abrazo en la Misa y creyó que nadie lo quería allí!".

En otra oportunidad, una simpática niña se me acercó durante la paz en la Misa, vestida con una blusa llena de corazones de todos tamaños y colores. Abrazándonos le dije: "Paz, Cindy. Qué lindos corazones en tu blusa. ¿Hay uno para mí?". Sonriendo dulcemente me contestó: "¡Todos son tuyos, Padre!". ¡Se pueden imaginar cómo me hizo sentir!

Jamás olvidaré cómo se sentía aquella maestra de sexto de primaria cuando dos ex alumnas suyas le dieron una carta, bien doblada y cariñosamente firmada, en la que se leía: "Maestra, ¡qué bueno que vino a vernos! Es un día especial para nosotras. La extrañamos. La queremos mucho, especialmente nosotras dos que le mandamos este cariñoso mensaje".

¡Cuántos maestros, padres de familia, esposos, sacerdotes, jefes, superiores, etcétera, guardan celosamente cualquier manifestación de un auténtico amor, capaz de hacer verdaderos milagros! Efectivamente, qué más puede esperar un ser humano si no una muestra de sincero amor. ¡Cuántos son testigos del cambio radical en nuestras relaciones humanas cuando hay respeto y atención personal! En cambio, una muestra de arrogancia, majadería o indiferencia hace surgir reacciones negativas y dañinas.

Antes de mostrar cierta importancia, posición, poder o autoridad debemos cultivar un modus agendi capaz de enriquecer nuestras relaciones humanas. ¡Cuánta sabiduría hay en el refrán: "Es muy agradable ser importante, pero es mucho más importante ser agradable".

Al atardecer, cuando caminamos por las sombras de la vida, queremos mirar atrás en grato recuerdo de amar y ser amado. Esperamos que nuestra más valiosa recompensa por una vida inspirada en el amor se refleje en la sonrisa de aprecio y amistad, en un sentido agradecimiento, un fuerte abrazo cariñoso, una fervorosa oración, o sencillamente una nota que hable de un profundo amor.