domingo, 22 de mayo de 2011

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

CON MARÍA, ORAMOS POR LAS VOCACIONES

Artículo del Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, Encargado de la Comisión Diocesana para la Pastoral de la Comunicación Socia de la Diócesis de Campeche.

Con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que celebramos el pasado domingo, en la Capilla de María, Reina de la Paz, ubicada en el Fraccionamiento Fovissste Belén, comunidad donde me toca desempeñar mi ministerio sacerdotal por encomienda de nuestro Obispo, hemos orado durante toda la semana por las Vocaciones.

Cada noche, después de la misa, los integrantes de cada uno de los grupos apostólicos de la comunidad dirigió la Adoración Eucarística por las vocaciones; así dedicamos un día a orar por las vocaciones a la vida misionera; el siguiente, por las vocaciones a la vida religiosa; luego por las vocaciones a la vida sacerdotal; otro día por las vocaciones a la vida laical; y, finalizamos, orando por las vocaciones en general.

Nuestra comunidad ha escuchado atentamente la Palabra de Jesús y se ha dejado conducir dócilmente por ella: «Rueguen por tanto al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a sus campos» (Mt 9, 36-38). Los niños, adolescentes, jóvenes y adultos nos hemos unido en la oración para rogar al dueño de la cosecha que la llamada de Jesús se presente claramente y llegue a los corazones de quienes Él elige y llama.

Cada día, hemos escuchado y meditado un fragmento del Mensaje que nos ha enviado el Papa Benedicto XVI, con ocasión de esta 48ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el cual tiene por tema «proponer las vocaciones en la Iglesia local».

Además, en la liturgia de la Palabra de la Misa se ha proclamado el Evangelio de san Juan que retrata la escena de la última Cena de Jesús con sus discípulos, en la que, después de lavarles los pies, les deja también una serie de enseñanzas a través de los llamados Discursos de despedida.

El Evangelio nos ha presentado a Tomás, el discípulos de las dudas; el que desde la última cena manifiesta sus inquietudes y se descubre preocupado porque no entiende el camino de Jesús; el mismo que la tarde del día de la Resurrección no se encuentra con sus compañeros cuando Jesús resucitado se aparece a su discípulos y no cree el testimonio de ellos.

Tomás no entiende el proyecto de Jesús. Nada hay más difícil en la vida de una persona como la duda. Cuando se ha decido a seguir un camino que se comprende, la persona podrá afrontar y vencer cualquier dificultad y cualquier problema, pero si la persona no sabe a dónde va, difícilmente encontrará fuerzas para iniciar el camino; mucho menos encontrará energía para afrontar y vencer los obstáculos..

Las palabras de Jesús son precisas al pedir a sus discípulos que no pierdan la paz. Hay que subrayar estas palabras de Jesús, porque nunca dice a sus seguidores que no habrán problemas; tampoco que la vida del discípulo será como una barca que navega en las aguas de un tranquilo mar como el de Campeche.

«No pierdan la paz». Esto significa que puede haber muchos contratiempos, malos entendidos, críticas, amenazas, persecuciones y hasta aparentes fracasos, que podremos superar si tenemos claramente definido nuestro objetivo, si sabemos Quién es el que nos ha llamado; si sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza, no perderemos la paz.

La gran dificultad radica en que muchas veces nos parecemos a Tomás: estamos indecisos, sin saber el camino y sin entender siquiera a dónde va Jesús. El problema es que, por no comprender el proyecto de Jesús, queremos llevarlo por nuestros propios proyectos y caminos; queremos ponerlo al servicio de nuestros intereses; queremos construir su mesianismo a nuestra medida y reducirlo a nuestros proyectos.

Jesús tiene muy clara su misión. Él mismo se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida. Tomás ha convivido con Jesús pero no ha comprendido bien quién es Jesús, no ha descubierto aún toda la verdad ni la misión de Jesús. Por eso está en un mar de dudas. Por eso le dice a Jesús: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?».

Tomás no ha comprendido bien que para seguir a Jesús se requiere dejarlo todo; que para entender a Jesús como Camino, Verdad y Vida, se necesita cambiar el corazón. El que quiera seguirme, ha dicho Jesús, que deje todas sus cosas, que venda lo que tiene, dé su dinero a los pobres, tome su cruz y me siga.

No es fácil entonces seguir a Jesús, ni recorrer el camino de Jesús. El Papa Benedicto XVI considera que la capacidad de cultivar las vocaciones es un signo característico de la vitalidad de una Iglesia local, por lo que «”Proponer las vocaciones en la Iglesia local”, significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que, al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida».

Seguir a Jesús implica poner nuestros proyectos personales en sintonía con el proyecto de Jesús; no se trata de que nosotros llevemos a Jesús por nuestros proyectos y caminos personales, sino recorrer con firmeza y valentía el Camino que Jesús nos propone, Camino que lleva a una vida que se realiza plenamente en el servicio a los demás. ¡Oh Jesús: Danos vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa, misionera y laical, según tu Corazón”.