PARA REFLEXIONAR: LA ÚLTIMA CIMA
Artículo de la escritora Linda Pino de Cámara, publicado hoy lunes 30 de mayo en la Edición del Diario de Yucatán
Hay actualmente en cartelera un documental que ha sido galardonado en un Festival Internacional del Cine Católico, en Roma. La película, dirigida por el español Juan Manuel Cotelo, es sobre la vida de un joven sacerdote católico nacido en Madrid el 3 de julio de 1966. Pablo Domínguez, además de sacerdote, fue escalador de montañas donde finalmente perdió la vida en un accidente ocurrido en El Moncayo, a más de 2,000 metros de altura. Sus últimas palabras las dijo a su familia poco antes de morir: "He llegado a la cima".
De los 400,000 sacerdotes que aproximadamente hay en el mundo, Pablo resalta por haber llevado una vida digna de admiración. Como persona, era divertido, alegre, guapo e inteligente; también le apasionaba escalar y, al llegar a la cima, celebrar la Eucaristía en ese escenario particularmente excelso.
Tenía un doctorado en Filosofía y Teología; autor de siete libros, decenas de artículos y conferenciante muy solicitado y ameno, además de ser muy buscado como predicador de ejercicios espirituales. Sabía brindar su amistad a todos por igual; tanto era amigo de un ateo como de un católico, como de un homosexual, de un niño o un Cardenal. Trataba de darse a la gente sin ninguna condición.
Irradiaba a través de su ministerio sacerdotal el inmenso amor que él sentía por Dios, transformando así y cambiando el color de la vida de tantas personas que percibían a un Dios cercano, en especial en sus situaciones difíciles. Las misas de Pablo se llenaban, su prédica era amena y con mucho mensaje. En pocas palabras, fue un sacerdote ejemplar y digno de ser imitado en sus múltiples virtudes, por cualquier otro presbítero.
Todo ello se percibe a lo largo de los 82 minutos que dura el largometraje, en las expresiones de los rostros de sus familiares, amigos y superiores que fueron entrevistados, quienes van narrando sus experiencias con Pablo.
No cabe duda de que es una película que vale la pena ver. A quienes profesamos la fe de Cristo se nos antoja tener muchos pablos, sacerdotes santos, porque vemos esta época particularmente problemática para vivir nuestro cristianismo; con tantos valores que se van cambiando en cada generación, que ya la religión se va dejando como rezagada, como algo más bien propio de las abuelas. Los jóvenes se sienten atraídos por tener más que por ser. Se inquietan por las apariencias y se inclinan por lo "light". Se pierde el verdadero sentido de vida. Se intenta llegar a metas que no son la cima que nos muestra el evangelio de Cristo: el amor. Para Pablo, llegar a la cima era alcanzar la santidad, a la que todos estamos llamados. Es la forma de vivir gota a gota la vida con amor y alegría como él lo hizo.
Con nuestros semejantes debiéramos hablar de lo que realmente nos inquieta, de nuestros ideales, pero, ¿Quién habla de ello? De valores, pero ¿cuáles? La marca del auto o del pantalón, ¿o de qué estamos hablando: de ideales? ¿Cuáles son?
Hay que leer el evangelio de Cristo y ponerlo en práctica. Vivamos todos el mandamiento nuevo del Amor. Pablo Domínguez lo hizo y seguramente lo sigue haciendo en el cielo. ¿Y nosotros?
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