lunes, 25 de abril de 2011

DESDE AQUEL PRIMER VIERNES SANTO, HOMBRES Y MUJERES PASAN EN PROCESIÓN BAJO LA CRUZ

 PARA VIVIR LA SEMANA SANTA


Artículo del  Pbro. Richard L. Clifford, Misionero de Maryknoll, sacerdote católico y colaborador de la Pastoral del Amor en la Arquidiócesis de Yucatán.

Viernes Santo

Escena: El Viernes Santo tiene tres escenas principales de acción: El Huerto de Getsemaní, El Tribunal Romano y la Colina del Calvario.

Acción: El Huerto de Getsemaní: Es la una de la mañana. De repente, hay conmoción y gritos. Entra un grupo de policías al Templo, armados con espadas y garrotes, encabezados por el apóstol Judas... El Divino Maestro se levanta de su horrible agonía, despierta a los dormidos apóstoles y sale al encuentro.

Ahora recibe un beso del apóstol traidor, a quien le dice con tristeza: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”. Atado, como un criminal, le conducen a la casa del viejo Anás y más tarde donde el Pontífice Caifás.

Tribuno romano: En vista de Su declaración de ser “Hijo de Dios”, a Jesús se le considera acusado de blasfemia y es reo de muerte. De inmediato acuden al procurador romano, Poncio Pilatos, quien ante la insistencia del tumulto accede y entrega a Jesús —azotado, coronado de espinas e insultado— a la gente que reclama su muerte. Comienza la “Vía Dolorosa” al Gólgota. Es la hora del mediodía.

Colina del Calvario: Hasta las tres de la tarde, el Salvador crucificado sufre los insultos del pueblo. Sus ojos, hinchados y ardientes, miran a su afligida Madre y le entrega al apóstol Juan ¡y a nosotros!

En las tres horas de agonía, Jesús pronuncia siete últimas frases y, abandonándose a Dios, exclama al cielo: “¡Todo está consumado!”... Inclina la cabeza y entrega Su Espíritu.

Reflexión: Desde aquel primer Viernes Santo y hasta hoy, hombres y mujeres pasan en procesión bajo la Cruz: unos para quedarse y reflexionar; otros, indiferentes u ocupados, sólo le ven con curiosidad, se ríen o blasfeman.

La procesión continúa ¡hacia el tercer milenio! Unos, apurados, no tienen tiempo para el crucificado; otros, mirando atrás por un instante, mueven la cabeza con desprecio o desdén: prefieren la farándula del mundo a la figura de la cruz.

Pero hay quienes se quedan, se arrodillan, besan sus heridas; saben que ellos le han crucificado y que Él sufrió por sus pecados. Los moribundos que comparten su destino... Los sufridos que allí encuentran esperanza... Los niños que saben de Su ternura... Los ancianos que buscan Su Consuelo... Los que no tienen casa que experimentan su pobreza... Los solitarios que viven su desolación... viudas, madres que lloran al lado de la Dolorosa... amantes esposos que le piden fuerza y solidez en su amor… Aquellos de la ciencia, la política, la prensa y el arte que le piden ser guiados por la rectitud y la justicia, la belleza y la verdad... sacerdotes y religiosos que imploran dedicada entrega en su consagrada vocación... hombres y mujeres de todas las edades y niveles de vida se arrodillan a recibir la bendición de este Hombre Compasivo, Carismático, Consagrado... yo también me arrodillo; busco palabras que no vienen; sólo digo con toda confianza: “¡En Tus Manos encomiendo mi espíritu!”.
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