miércoles, 6 de abril de 2011

¡MÉXICO... SÉ SIEMPRE FIEL!

PALABRAS DE MONS. CHRISTOPHE PIERRE,
NUNCIO APOSTÓLICO EN MÉXICO,
EN EL HOMENAJE A JUAN PABLO II



"¡Me voy, pero no me voy. Me voy pero no me ausento;
pues aunque me voy, de corazón me quedo!"

Estas palabras, pronunciadas por el Santo Padre Juan Pablo II en su última visita a México se nos presentan como una misteriosa realidad, hoy que nos reunimos para rendirle nuestro homenaje, conscientes de que desde la comunión de los santos él está verdaderamente con nosotros, invitándonos a hacer memoria de sus mensajes y de sus enseñanzas y a mirar, libres de todo prejuicio, el testimonio mismo de su vida.

Él está verdaderamente presente, ante todo, en nuestras mentes y corazones, renovándonos aquella invitación que dirigió por primera vez al mundo seis días después de su elección:"¡No tengan miedo!, ¡Abran, más aún, abran de par en par las puertas a Cristo!"

Ha sido esta la invitación que el Santo Padre Juan Pablo II dirigió, una y otra vez, a los corazones de los hombres y de las mujeres de su tiempo: “¡Abran las puertas a Cristo!”, sin tenerle miedo a la verdad y dirigiendo la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal, del pecado y de la muerte. Un llamado a no tener miedo, a abrir de par en par las puertas de los propios corazones, y también, las puertas de las culturas y de las sociedades humanas. Este es el llamado que insistentemente también nos hace nuestro actual Santo Padre Benedicto XVI.

México, acogiendo a Juan Pablo II en cinco ocasiones, tuvo la dicha inmensa de verlo transitar por las calles de sus ciudades, de escuchar su palabra, de mirar con emoción y admiración su testimonio de vida, de fe y de amor. Entonces, su presencia sacudió el alma de todos los mexicanos, y su humildad los cautivó profundamente.

Por ello, también hoy damos gracias a Dios que ha permitido al pueblo mexicano caminar casi de la mano del gran hombre que supo defender la dignidad humana de todo hombre y de toda mujer, que reclamó los derechos del pobre, el respeto para nuestros hermanos indígenas, la justicia social, la práctica de la solidaridad, la búsqueda del bien común y de la paz. Del gran hombre que no cesó de animar a todos a luchar por desterrar de su amado México, la corrupción, la pobreza, las injusticias, la violencia, la drogadicción y el narcotráfico. Del gran hombre que supo también manifestarnos su paternal “lamento” por la indiferencia y falta de respeto de muchos por los valores trascendentales de la persona humana, de su dignidad y libertad, de su derecho inviolable a la vida y del don inestimable de la familia. Factores, estos, que progresivamente han hecho que cada vez más se doblegue la verdadera identidad del pueblo mexicano.

Ustedes, hijos y hermanos mexicanos de Juan Pablo II tendrán siempre en sus corazones al “Papa amigo” que en su último viaje a México oró diciendo: “¡Amado Juan Diego, ´el águila que habla´! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac (…), pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios”.

La Virgen Morenita, a quien él consagró su pontificado, ha recibido ya, junto a sí, a Juan Pablo II. Nosotros, por ello, podemos estar seguros que, junto a ella, estará también Juan Pablo II favoreciéndonos con su intercesión amorosa ante nuestro Padre Dios, para que sepamos mantener vivo y actuante, cada uno y todos como Nación, el recuerdo de sus visitas, la actualidad y valor innegable de sus enseñanzas, y la transparencia de su humildad y de su testimonio de vida. Por ello:

¡México..! ¡Juan Pablo:.. tu amigo.., siempre estará contigo! ¡México!:.. ¡ Sé.., siempre.., fiel!
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