¿QUIÉNES SON LOS QUE SE CONFIESAN,
LOS SANTOS O LOS PECADORES?
Escrito por: Pbro. Richard L. Clifford, Misionero de Maryknoll, sacerdote católico y colaborador de la Pastoral del Amor en la Arquidiócesis de Yucatán.
"Reciban al Espíritu Santo.
A quienes ustedes perdonen los pecados,
les quedarán perdonados;
a quienes no se los perdonen,
les quedarán sin perdonar" (Jn. 20, 22)
Cierto día, después de terminar una serie de confesiones, una niña entró a la Sacristía y me preguntó: "Padre, ¿quiénes se confiesan, pecadores o santos?". Pensándolo un poco le contesté: "Pues somos los pecadores que queremos ser santos".
Aquel encuentro con la simpática e inquisitiva niña me viene a la mente a punto de entrar al tiempo litúrgico de Cuaresma, que se inicia el próximo 9 de marzo, Miércoles de Ceniza. Con su sencillez, esa niña me hizo analizar el ilustre sacramento de la Reconciliación que viene a ser algo muy profundo, pues la mera mención de "confesión" me trae infinitos recuerdos de encuentros compasivos y confidenciales entre confesor y penitente.
En verdad, hay pocas ocasiones tan intensas, iluminativas e individuales como aquellas que comparten el confesor y el penitente. Son oportunidades de abrir la mente y el corazón para analizar el íntimo e individual, a través de un intercambio profundo y personal. En verdad es como si hubiera "rayos x" examinando sentimientos, sensibilidades y seguimientos, todos unidos en cierta difusión de gracia, donde se guarda lo privado y personal, lo sencillo y serio, lo franco y fiel.
¡Cuántas veces el sacerdote sirve como "Instrumento de Paz" al dar al penitente un nuevo modo de pensar y de seguir adelante sobre sus mas ondas necesidades morales! Sin duda el confesor -como resaltó el canónigo Juan Castro Lara- "tiene que saber escuchar, comprender y perdonar sin juzgar a nadie". Al mismo tiempo, "el penitente tiene que estar dispuesto a entrar a un verdadero diálogo para analizar los modos de ver ciertas circunstancias y consecuencias, relacionadas con la conciencia del penitente y la seria contemplación del confesor.
Hace varios años, el mexicano Joaquín Peñaloza, hizo un acertado comentario sobre el efecto psicológico de la Penitencia. En su presentación, monseñor Peñaloza llama a la confesión "Psicoterapia sobrenatural para las almas enfermas". El psicoanálisis se gloría en descubrir conflictos y perturbaciones.
En contraste, ¡la confesión hace más! Además de descubrir todo eso, el Sacramento lo pone todo en orden, gracias a la acusación voluntaria, arrepentimiento y propósito de enmienda del penitente.
El tribunal de la Penitencia es el perdón. Se reconoce la falta cometida que no consigue ninguna psicoterapia, sino sólo la absolución sacramental que libera al alma de la culpa confesada. El alma recibe del confesor aliento para iniciar una vida cada vez más elevada, a fin de lograr una renovación real de toda su personalidad. Mientras tanto, el penitente sale con la certeza moral de verse liberado de sus culpas. El conocido Escritor Británico Gilbert Chesterson (1874-1936) atribuía su conversión al catolicismo, a su gran deseo de aprovechar las maravillas del Sacramento de la Confesión.
Queridísima niña, te invito a acompañarme a rezarle al Señor por aquella gracia del Sacramento de la Reconciliación en que, paulatinamente, adquirimos la "santidad" que buscamos como pecadores
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