miércoles, 19 de enero de 2011

QUE TODOS SEAN UNO... PARA QUE EL MUNDO CREA

OCTAVARIO DE PLEGARIAS
POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
 
Unidos en la enseñanza de los apóstoles,
la comunión fraterna, la fracción del pan y la oración
(cf. Hch 2,42)

La Iglesia de Jerusalén, ayer, hoy y mañana

Hace dos mil años, los primeros discípulos de Cristo reunidos en Jerusalén tuvieron la experiencia de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés y han estado reunidos en la unidad que constituye el cuerpo del Cristo. Los cristianos de siempre y de todo lugar ven en este acontecimiento el origen de su comunidad de fieles, llamados a proclamar juntos a Jesucristo como Señor y Salvador. Aunque esta Iglesia primitiva de Jerusalén ha conocido dificultades, tanto exteriormente como en su seno, sus miembros han perseverado en la fidelidad y en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones.

No es difícil constatar que la situación de los primeros cristianos de la Ciudad Santa se vincula hoy a la Iglesia de Jerusalén. La comunidad actual conoce muchas alegrías y sufrimientos que fueron las de la Iglesia primitiva: sus injusticias y desigualdades, sus divisiones, y también su fiel perseverancia y su consideración de una unidad mayor entre los cristianos.

Las Iglesias de Jerusalén nos hacen actualmente entrever lo que significa luchar por la unidad, incluso en las grandes dificultades. Nos muestran que la llamada a la unidad puede ir bien más allá de las palabras y orientarnos de verdad hacia un futuro que nos haga anticipar la Jerusalén celestial y contribuir a su construcción.

Es necesario el realismo para que esta idea se convierta en realidad. La responsabilidad de nuestras divisiones nos incumbe; son fruto de nuestros propios actos. Debemos transformar nuestra oración, y pedir a Dios transformarnos nosotros mismos para que podamos trabajar activamente para la unidad. Tenemos buena voluntad para pedir por la unidad. Puede que el Espíritu Santo nos anime a nosotros mismos ante el obstáculo de la unidad; ¿nuestra propia soberbia impide la unidad?

La llamada a la unidad llega este año desde Jerusalén, la Iglesia madre, a las Iglesias del mundo entero. Conscientes de sus propias divisiones y de la necesidad de hacer ellas mismas mucho más por la unidad del Cuerpo de Cristo, las Iglesias de Jerusalén piden a todos los cristianos redescubrir los valores que constituyen la unidad de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, cuando era asidua a la enseñanza de los Apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones. He aquí el desafío que tenemos. Los cristianos de Jerusalén piden a sus hermanos y hermanas hacer de esta semana de oración la ocasión de renovar su compromiso para trabajar por un verdadero ecumenismo, arraigado en la experiencia de la Iglesia primitiva.

Cuatro elementos de unidad

Las oraciones de 2011 para la Semana de oración por la unidad de los cristianos han sido preparadas por los cristianos de Jerusalén, que eligieron el tema de los Hechos 2,42: “Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.” Este tema nos recuerda los orígenes de la primera Iglesia de Jerusalén; invita a la reflexión y a la renovación, a una vuelta a los fundamentos de la fe; invita a recordar el tiempo en que la Iglesia era aún indivisa. Cuatro elementos se presentan para meditar este tema; fueron características destacadas de la comunidad cristiana primitiva y son esenciales para la vida de toda comunidad cristiana. En primer lugar, los apóstoles transmitieron la Palabra. En segundo lugar, una de las características destacadas de la primera comunidad que creía cuando se reunía, era la comunión fraterna (koinonia). Una tercera característica de la Iglesia primitiva consistía en celebrar la Eucaristía (la “fracción del pan”), en memoria de la Nueva Alianza que Jesús realizó a través sus sufrimientos, su muerte y su resurrección. El cuarto aspecto era la ofrenda de una oración continua. Estos cuatro elementos son los pilares de la vida de la Iglesia y de su unidad.

La comunidad cristiana de Tierra Santa propone poner de relieve estos elementos fundamentales y ruega a Dios por la unidad y la vitalidad de la Iglesia extendida por el mundo. Los cristianos de Jerusalén invitan a sus hermanas y hermanos en todo el mundo a unirse a su oración en su lucha por la justicia, la paz y la prosperidad de todos los pueblos de esta tierra.

Los temas del Octavario

Un planteamiento de fe puede ser percibido a través de los temas del octavario. Desde su inicio, la comunidad cristiana primitiva experimenta la efusión del Espíritu Santo, que la vuelve capaz de crecer en la fe y la unidad, en la oración y la acción, para convertirse realmente en la comunidad de la resurrección, unida a Cristo en su victoria sobre todo lo que nos separa unos de otros y de Él. La Iglesia de Jerusalén se transforma así en faro de esperanza, anticipo de la Jerusalén celestial, llamada a reconciliar no solamente nuestras Iglesias sino a todos los pueblos. Este camino es guiado por el Espíritu Santo que conduce a los primeros cristianos al conocimiento de la verdad sobre Jesucristo, y llena a la Iglesia primitiva de signos y maravillas.

Los cristianos de Jerusalén se reúnen con fervor para escuchar la Palabra de Dios transmitida por la enseñanza de los apóstoles, y se reúnen en la comunión fraterna para celebrar su fe en el sacramento y la oración. Llena de poder y de esperanza en la resurrección, la propia comunidad celebra la certeza de su victoria sobre el pecado y la muerte, para tener el proyecto y el valor de ser ella misma instrumento de reconciliación, capaz de inspirar a todos los pueblos y de llamarles decididamente a superar las divisiones y las injusticias que sufren.
_____________________________________________________________________