JUAN PABLO II, BEATO
Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal
«Hubiera dado oro por poder asistir al diálogo entre Karol Wojtyla y Ali Agca. Haber estado allí, silencioso, sentado en el pobre camastro, olvidándome incluso de que soy periodista y de que uno de aquellos dos pequeños y temblorosos seres que conversan, como si se confesaran, es el Papa y el otro su asesino.
Haber oído tembloroso, como quien asiste a un sacramento, las palabras que se cruzaban seres tan distintos, a los que el destino cruzó en el fulgor de unos disparos; seres que nada sabían en realidad el uno del otro segundos antes de que la bala atravesara un cuerpo, regara de sangre la tapicería del “jeep”, que cruzaría casi en volandas la Plaza de san Pedro, a la misma hora en que las agencias del mundo entero abrían miles de no menos dolorosas heridas».
Quien se expresa así es el padre José Luis Martín Descalzo al describir el encuentro que el Papa Juan Pablo II tuvo con su agresor en la cárcel italiana de Rebibbia, dos años después de aquel frustrado atentado. Muchos fuimos “testigos” de aquel encuentro a través de las fotos que dieron la vuelta al mundo.
Es imposible olvidar aquella foto en la que aparece el Papa sentado frente a Ali Agca, a quien mira con amor y compasión; o aquella otra en la que aparece dando la mano y abrazando a su agresor. Pareciera que Juan Pablo II quería recordarnos a todos que el principal mandato de Jesús no es dispararnos balas –agredirnos–unos a otros, sino amarnos unos a los otros, como Él nos ama.
Lo que dijo Juan Pablo II a Ali Agca nunca lo sabremos; pero si hemos visto algunos de sus frutos: El joven turco agresor del Papa se convirtió al catolicismo; años después, al enterarse de la muerte de Juan Pablo II, con gran devoción y reverencia hacia él guardó luto desde la prisión turca de Kartal en la cual se encontraba.
He querido recordar este bello gesto del Papa Juan Pablo II porque el viernes pasado nos despertamos con la noticia de que durante la audiencia concedida esa mañana (hora de Roma) al cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Papa había autorizado la promulgación del Decreto sobre el milagro atribuido a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II (Karol Wojtyla), con lo cual se finaliza el proceso que precede al rito de beatificación.
Además, el Vatican Information Service daba a conocer al mundo entero que el Papa Benedicto XVI presidirá en la Plaza de san Pedro, en el Vaticano, el rito de beatificación de Juan Pablo II el próximo 1 de mayo, segundo Domingo de Pascua, también llamado Domingo de la Divina Misericordia.
La presencia de Juan Pablo II ha sido muy importante en mi camino vocacional. Aún están frescas en mi memoria las imágenes de aquel enero de 1979 cuando el “Papa de Roma” llegó a tierras mexicanas. ¿Cómo olvidar aquel 27 de Enero cuando, a la edad de 9 años, tuve el primer “encuentro” con el Papa en la ciudad de México?
¿Cómo olvidar aquellas palabras con las que finalizó la homilía aquel 8 de Mayo de 1990 en san Juan de los Lagos, Jalisco, durante la Misa con los jóvenes de todo México y en la que después de un largo viaje, la lluvia en la víspera del encuentro con el Papa, la amenaza de un supuesto atentando contra el Papa por parte de unos “terroristas japoneses”, llegamos llenos de alegría al encuentro con aquél que venía en nombre del Señor?
«¡Jóvenes, María camina con ustedes! Cristo nos ha hecho el mejor de los regalos: seguir presente entre nosotros por medio de la solicitud y la protección materna de María de Nazaret.
Jóvenes que me escuchan: en los momentos en que les asalte la duda, la dificultad, el desconsuelo, sepan que la Virgen María es para ustedes consolación y paz. María les pide su sí. Les pide que se atrevan a seguirle poniendo sus vidas en las manos de Dios, para que les convierta en instrumentos de un mundo mejor que éste en que vivimos. María espera de ustedes que respondan generosamente a la llamada de su Hijo si Él les pide todo. No tengan miedo si el Señor les llama para una vocación de consagración especial».
Estas palabras de Juan Pablo II definieron el rumbo de mi vida. Había empezado un proceso vocacional, pero aún no lograba descubrir la voluntad de Dios. María «les pide que se atrevan a seguir» a Jesús, expresaba al Papa. Y luego, animaba: «¡Jóvenes que me escuchan!», «no tengan miedo si el Señor les llama para una vocación de consagración especial».
«Y después de arrimar las barcas a tierra, dejaron todo y lo siguieron» (Lc 5, 11). Tres meses después de aquel encuentro con el Papa en la explanada de “El Rosario” en san Juan de los Lagos, dejándolo todo, hasta un excelente puesto en una prestigiada institución bancaria en la que laboraba, me puse en camino tras las huellas de Jesús, el Hijo de Dios vivo.
¡Gracias, Juan Pablo II! México te recuerda y te ama; por eso lloramos aquel mediodía del 2 de abril de 2005, al saber que ya no estarías físicamente entre nosotros. Hoy, quienes te conocimos y te recordamos, nos llenamos de alegría con la noticia de tu próxima beatificación. Dios nos está hablando y está diciendo: ¡Vean cómo sí es posible vivir amando a los demás!
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