domingo, 9 de enero de 2011

AL FINALIZAR EL TIEMPO DE NAVIDAD

AL FINALIZAR EL TIEMPO DE NAVIDAD

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

Estimados amigos visitantes de este blog, con la fiesta del Bautismo del Señor Jesús, finalizamos hoy el tiempo litúrgico-festivo de Navidad. Durante esta última semana el Evangelio dejó de contemplar al niño recién nacido en Belén, para dar paso a la contemplación de algunos aspectos de la vida de Jesús, y ayudarnos a comprender que ese Niño recién nacido en Belén verdaderamente es el Mesías que trae la salvación a todos los hombres y mujeres.

¿Qué nos deja esta celebración de la Navidad? En primer lugar, la celebración del nacimiento del Hijo de Dios en Belén nos ayuda a reconocer que Dios es Dios para todos: Él nos ama a todos, ha querido darse a conocer a todos los pueblos de la tierra, quiere ser amado por todos para dar a todos la alegría de la salvación.

Por tanto, Jesús nos invita a eliminar de nuestra vida aquellas acciones que abiertamente se oponen a esa voluntad salvífica de Dios: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Durante el tiempo de Navidad, el Evangelio ha presentado como protagonistas, después de Jesús, claro está, a María, a José, a los pastores que cuidaban sus rebaños, a los Magos de oriente. Ellos aceptaron a Jesús, como el Mesías salvador del mundo; ellos fueron los primeros en recibir, conocer y adorar a Jesús.

Cada uno tuvo su propio camino para llegar a Jesús: María por el anuncio del ángel Gabriel: «Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». José, por medio del anuncio de un ángel del Señor: «No dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Los pastores, también por el anuncio de un ángel del Señor: «Les anuncio una gran alegría: Hoy, en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». Los magos de oriente, por la estrella que ven surgir y se ponen en camino para adorarlo.

¿Por qué estas personas que no ocupan los lugares más importantes en la sociedad hebrea o que, como en el caso de los magos de oriente, ni siquiera forman parte del pueblo judío, se ponen en camino para recibir, conocer y adorar a Jesús?

Porque son personas inteligentes, que se abren a toda experiencia nueva y buena; porque no se cierran a la novedad que la salvación de Dios trae a sus vidas; porque son personas humildes: reconocen que no saben todo y piden ayuda, piden información: «¿cómo será posible esto, puesto que no conozco varón?», pregunta María al Ángel Gabriel. «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo», averiguan los Magos en Jerusalén.

Porque son personas que aman la verdad y la buscan. Dejan el pueblo donde viven y se ponen en camino hacia Belén: José y María, abandonan Nazaret; los pastores, sus rebaños; los magos, sus lejanos países; enfrentan las dificultades de un viaje fatigoso y lleno de incertidumbre; enfrentan la indiferencia de quienes no dan posada, de quienes no creen aún conociendo las escrituras; enfrentan la maldad de Herodes, pero no se desaniman, siguen adelante en su camino hacia Jesús.

Porque son personas dóciles a la Palabra que Dios les dirige y quieren seguir las indicaciones, las señales que Dios les ha dado: Una doncella que concebirá y darás a luz un hijo, un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre, una estrella…

Porque son personas abiertas a la revelación de Dios y saben ver al Rey de Israel en el niño recién nacido que está en brazos de su madre María; por eso, lo adoran, es decir, lo reconocen como la persona más importante, frente a la cual se sienten frágiles creaturas.

Por eso María, José, los pastores, los magos de oriente, lo contemplan y se postran ante Él. Por eso están alegres, a pesar de las dificultades del viaje. Por eso ofrecen al niño recién nacido, al Dios-con-nosotros, lo mejor de ellos mismos, lo mejor que tienen: su fatiga, su esfuerzo, su esperanza, su canto, su amor, el producto de su trabajo, oro, incienso, mirra… Por eso después regresan alabando a Dios y contando a todos lo que han visto y oído.

El camino de María, José, los pastores, los magos de oriente en esta Navidad es un ejemplo para nosotros, hombres y mujeres de fe del tercer milenio.

Amigo lector: para encontrar a Jesús, para reconocerlo como la persona más importante de la historia es necesario buscarlo, orar, superar los obstáculos, ser constantes en el camino que hemos empezado a recorrer, aún en los momentos de desánimo, de incertidumbre, de oscuridad...

Todo para tener la alegría de encontrarnos con Jesús, entender que Él es el más importante de todos y de todo, postrarnos ante Él y adorarlo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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