domingo, 21 de noviembre de 2010

¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA CRISTO REY!




¡Viva Cristo Rey!

No es un grito de guerra,
es una proclamación de fe
y un compromiso para construir
el Reino de Jesús.
¡Que en Cristo nuestro Rey,
México tenga vida digna



Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

Hoy domingo 21 de Noviembre terminamos el Año litúrgico católico-cristiano, y lo terminamos proclamando a Jesús, nuestro Señor, Rey del Universo. Cristo Jesús se ha hecho nuestro Rey en la medida en que por amor a la grandeza con la que Dios ha creado a todos los hombres y mujeres de este mundo, se nos ha manifestado con su vida y sus enseñanzas como el auténticamente rico y poderoso en la pobreza y humildad.

A lo largo de nuestro Año Litúrgico la Iglesia celebra y vive el Misterio de la Salvación; así, al participar en estas celebraciones del misterio, cada uno de nosotros, hombres y mujeres de fe, nos abrimos auténticamente a la posibilidad de vivir la experiencia de un Dios que nos ama y nos salva.

Por eso es que este recorrido litúrgico en el tiempo culmina con la celebración y proclamación de Jesucristo, como Rey del Universo, pues quiere ayudarnos a descubrir y creer que la creación entera será llevada a plenitud por Cristo, con Cristo y en Cristo, pues «todo lo ha creado Dios por Él y para Él» (Col 1,16).

Una expresión importante de las personas son los gritos, cantos y gestos de aclamación. Aclamamos, vitoreamos y aplaudimos a las personas que consideramos importantes para nuestra vida.

Así, aclamamos a las personas que ejercen una función de gobierno cuando estas llenan nuestras expectativas de construir una nueva sociedad: Reyes, presidentes, gobernantes, líderes democráticos, etc. Quizá vengan a tu mente las imágenes que vimos por televisión cuando el Príncipe Carlos de Inglaterra y Lady Di se asomaron al balcón de Palacio después de su matrimonio; miles de ingleses los vitorearon y aplaudieron. O quizá recuerdes la celebración de la victoria de algún candidato al gobierno federal o estatal.

También aclamamos a las personas que nos preparan algo que nos gusta o que nos ofrecen algo que nos gusta. ¿Recuerdas la reacción de algún niño cuando su mamá le da su postre preferido o su papá le lleva como regalo el trenecito o el luchador que anhelaba tener?

Igual aclamamos a nuestros amigos y seres queridos en días especiales para su vida: «Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos Luisito: ¡Cumpleaños Feliz!». ¡Cuántas veces hemos entonados estos u otros versos para felicitar a nuestros amigos y familiares!

De la misma manera aclamamos y aplaudimos a nuestros deportistas favoritos, sobre todo en los partidos importantes. ¿Recuerdas el gol del “Chicharito” en el partido México-Francia del reciente mundial Sudáfrica 2010? «Chícharo. Chícharo. Solo; solo. ¡No la falles, Chícharo! ¡No la falles! ¡Gooooool!». Todo el país gritó, aplaudió, se emocionó y celebró este gol. «¡México! ¡México!».

De la misma manera, y a veces sin darnos cuenta, cuando vamos a la misa aclamamos a Cristo como lo aclamó el pueblo de Israel cuando hizo su entrada en Jerusalén: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»…

…Está muy bien, pues son expresiones de las personas. Sin embargo, Jesús quiere que, además de aclamarle como Rey, construyamos su Reino entre nosotros. Y la construcción del reino exige compromiso porque es un reino diferente…

¡Sí! El Reino de Jesús es muy distinto a como lo hubieran podido imaginar los hombres, muy lejano a la ambición de poder de unos cuantos. Por eso es que a pesar de que esperaban al Mesías, al Ungido del Señor, con su gloria y su paz, cuando éste llegó no le reconocieron.

Cuando Jesús entró en Jerusalén montado sobre un burrito, no sucedieron las señales milagrosas que muchos de sus acompañantes esperaban. Tampoco vino a imponer su reino con la fuerza de las armas, de la violencia o de la política. Jesús vino a ofrecernos construir un Reino de amor y de vida, el cual fue tomado como una amenaza por los poderosos, por ello Jesús fue condenado a muerte.

¿Un rey fracasado? Podría parecer a los ojos del mundo y así lo consideran todos los que están a su alrededor, aún sus discípulos. Sin embargo, lo que para muchos fue un fracaso, Dios lo convirtió en una victoria.

Hoy, más que nunca, urge volver nuestra mirada a este Cristo y reconocerlo como nuestro Rey, descubriendo las sólidas bases de su reino, un reino no es al estilo del mundo donde la fuerza y el poder dominan, sino que tiene mucho que ver con el amor, la entrega y el servicio.

Hoy, más que nunca, es urgente contemplar a Cristo y reconocerlo como nuestro Rey, pues nuestra sociedad quiere organizarse sin Dios, quiere vivir como si Dios no existiera, intentando crear un “paraíso” sin Él. Pero la experiencia enseña que en un mundo sin Dios «prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza».

Porque sin Dios, el hombre siempre tendrá un enorme hueco en su corazón que buscará llenarlo con poder, con riqueza o con placeres. ¡Viva Cristo Rey! No es un grito de guerra, es una proclamación de fe y un compromiso para construir el Reino de Jesús entre nosotros, un reino de vida, amor, perdón, justicia, solidaridad, servicio y paz. ¡Que en Cristo Rey, que es nuestra paz, México tenga vida digna!
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