domingo, 14 de noviembre de 2010

SIN DIOS, EL MUNDO SE CONVIERTE EN UN INFIERNO

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

En su Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2011, que se realizará en Madrid, España, en agosto próximo, el Papa Benedicto XVI dice a los jóvenes católicos del mundo que actualmente «hay una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un “paraíso” sin Él. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un “infierno”, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza».

«En cambio –continua el Papa–, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, le adoran en verdad y escuchan su voz, se construye concretamente la civilización del amor, donde cada uno es respetado en su dignidad y crece la comunión, con los frutos que esto conlleva. Hay cristianos que se dejan seducir por el modo de pensar laicista, o son atraídos por corrientes religiosas que les alejan de la fe en Jesucristo. Otros, sin dejarse seducir por ellas, sencillamente han dejado que se enfriara su fe, con las inevitables consecuencias negativas en el plano moral».

Estas palabras de Benedicto XVI pueden dar luz para entender la situación que estamos viviendo a nivel mundial y nacional. Cuando se ensalza al hombre, poniéndolo como centro del universo, eliminando a Dios, el precio que se paga es muy alto, pues el hombre así, sin Dios, tarde o temprano se vuelve contra el mismo hombre.

Si Dios no existe, todo está permitido, afirma F. Dostoyevsky. Entonces que no se respete la vida humana, que se asesine a los niños en el seno de su madre, que el crimen organizado realice ejecuciones cada vez más crueles, no tiene mayor problema. ¿Quién pide cuentas?

Si Dios no existe, todo está permitido, incluso que una persona se pueda suicidar cuando haya una enfermedad que le atormenta; ¿quién se lo impide? ¿Para qué sufrir? Pero si Cristo sufrió por nuestra salvación, entonces el sufrimiento humano tiene un sentido.

«Entonces comprendemos que es un contrasentido pretender eliminar a Dios para que el hombre viva. Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría: sin el Creador la criatura se diluye», subraya el Papa Benedicto XVI en este Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud.

Y añade: «La cultura actual, en algunas partes del mundo, sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social. Aunque el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provenga del Evangelio –como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia–, se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza».

Esta forma de pensamiento a la que hace referencia el Papa se esparce rápidamente en nuestra sociedad. Hay creyentes que siguen aferrados a una cerrada visión de la fe en Dios, según la cual, afirman ellos, la fe es algo que cae en la esfera de su vida privada, por lo tanto, nada tiene que ver con la vida cotidiana, con la familia, con la economía, la educación, la política, las comunicaciones, etc.

Ante esta realidad, Benedicto XVI nos invita a intensificar nuestro camino de fe en Dios, ya que «es vital tener raíces y bases sólidas. Esto es verdad, especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros. El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y un conformismo con las modas del momento».

La fe es importante en la vida de los creyentes, pues por medio de ella estamos «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Es el tema que el Papa reflexiona en su Mensaje para esta Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.

«Como las raíces del árbol lo mantienen plantado firmemente en la tierra, así los cimientos dan a la casa una estabilidad perdurable. Mediante la fe, estamos arraigados en Cristo, así como una casa está construida sobre los cimientos».

Estar arraigados en Cristo significa responder concretamente a la llamada de Dios, fiándose de Él y poniendo en práctica su Palabra. Jesús mismo hace referencia a la construcción de una casa, cuando enseña que «el que escucha mis palabras y las pone en práctica, se parece a un hombre inteligente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, arremetieron contra la casa; pero no se derrumbó porque estaba cimentada sobre roca».

¡Construyamos nuestra casa sobre la roca firme que es Cristo, vivo y resucitado! Únicamente la fe en Cristo resucitado, que nos ha sido transmitida, es la luz que ilumina nuestro camino.
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