sábado, 13 de noviembre de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
14 de Noviembre de 2010

Muy queridos hermanos y amigos: Todo lo que inicia tiene que terminar, y al acercarse el desenlace de algo viene al corazón una sensación de nostalgia y de urgencia a la vez. Este es el penúltimo domingo del año litúrgico y la palabra que Dios nos dirige hoy también nos deja un sabor a final, a vigilancia, a preparación. A veces las palabras amenazantes de la Biblia nos asustan, pero ¿cuál padre hay que amando a sus hijos no los exhorte a vivir bien y a enmendar su conducta? Lo mismo nuestro Señor, que busca nuestra salvación, nos advierte y anima nuestra esperanza de alcanzar la vida eterna.

Del Evangelio según san Lucas 21, 5-19:

«En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido".

Entonces le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?" Él les respondió: "Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: 'Yo soy el Mesías'. El tiempo ha llegado". Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin".

Luego les dijo: "Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles.

Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí.

Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.

Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida"». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

Tras el tono severo y terrible del profeta Malaquías, aparece la luz de la esperanza para aquellos que le temen al Señor, no a los asustadizos o llenos de miedo, sino a los que con santo temor, respetan y guardan los mandatos de Dios. La intención de los textos escatológicos, aquellos que se refieren a los días últimos, es la de ser un llamamiento para que el hombre detenga su marcha, haga un profundo examen de conciencia y busque adherir su vida a la voluntad de Dios. No podemos negar que se torna a veces necesaria la advertencia, como quien ocupa ser sacudido hasta con violencia a fin de recapacitar. Las lecturas de estas últimas semanas del año litúrgico sirven a este objetivo, que podamos reconocer a tiempo nuestros desvíos y nos esforcemos por volver al camino que salva.

Por su parte el apóstol Pablo, preocupado y entristecido por aquellos que considerando ya inminente la llegada del fin del mundo, han olvidado sus obligaciones y han dejado de empeñarse por aprovechar cada día cumpliendo con sus deberes, los exhorta también a nosotros a no caer en el ocio y la pereza, madre de todos los vicios. Porque hay unos tales, dice a los cristianos de Tesalónica, que viven como holgazanes, sin hacer nada y metiéndose en todo.

A cuántos pueda quedar el saco y a la perfección. En lugar de trabajar en paz y procurar hacer el bien que a Dios le agrada y que nos alcanzará el cielo, muchos cristianos estamos como esos tales, sin hacer nada y entretenidos más en la vida ajena que en la propia.

Ambas amonestaciones, la del profeta y la del apóstol, sirven de preámbulo para recibir el mensaje del Evangelio, que entrelazados, aborda los temas de la destrucción de Jerusalén, el final de los tiempos, el anuncio de las persecuciones y la exhortación a la vigilancia. Lucas sitúa este pasaje al final del camino de Jesús hacia la ciudad santa de Jerusalén, donde dará el testimonio supremo de su amor por nosotros. Las palabras de Jesús se han cumplido, ya que en el año 70 Jerusalén y su santuario fueron destruidos por los romanos. Sin embargo, la palabra de Dios que es siempre viva y eficaz guarda para nosotros un mensaje actual y necesario.

1.- DÍAS VENDRÁN

Cristo aprovecha la ocasión perfecta para hablar de lo importante. Cuando algunos presumen y admiran la majestuosidad y hermosura del templo, el Señor invita a volver la mirada a otra altura, a algo más importante: Días vendrán en que todo esto será destruido. Con tales palabras, Jesús nos recuerda lo pasajero de la  existencia, lo superfluo de las cosas del mundo, lo secundario que resultan muchas de nuestras preocupaciones.

Porque sucede que también nosotros corremos el riesgo de perder el tiempo y embelesarnos en la belleza de las cosas, en lo atractivo del mundo y sus placeres, admirando las cosas sin importancia y olvidando las esenciales, aquellas que contribuyen para nuestra felicidad eterna.

Hemos llegado a confundir lo urgente con lo importante, como dice la reflexión que alguna vez escuché. Urgente es lo inmediato, pero que muchas veces se roba el tiempo de las cosas importantes. Urgente es levantarse temprano para trabajar, laborar 8 horas para tener el sustento y un poco más, prevenir el futuro y mejorar el nivel de vida, cumplir con las obligaciones y someterse a disciplina; urgente es descansar de tantas actividades para comenzar al día siguiente con la rutina.

Importante es acordarse de Dios y encomendarse a su Providencia, saludar a la familia y decirles cuánto los queremos, aprovechar los instantes del día para ayudar al prójimo y obrar la misericordia, compadecerse  del que menos tiene y compartir de lo recibido, dedicar tiempo a los tuyos y disfrutarlos ahora que los tienes.

Las palabras de Jesús nos ayudan a poner los pies en la tierra y nos instan a prepararnos precisamente para esos días que tarde o temprano vendrán. No olvidemos lo caduco de nuestra existencia, para no perder de vista las cosas importantes.

2.- NO IMPORTA EL CUÁNDO

Cada cierto tiempo se desatan fuertes movimientos que pronostican el fin del mundo provocando temor y espanto en muchas personas. Logran hacer que mucha gente tome medidas extremas y hasta inducen al arrepentimiento, no siempre convencido y sincero. Sin embargo pasan los días y falla el vaticinio y se vuelve a la vida de siempre. Nos parecemos demasiado a los personajes de este
Evangelio, preocupados más por la fecha, que por una preparación y estado de gracia que nos mantienen la paz. ¿Cuándo va a ocurrir ésto?

Ensimismados y paralizados por lo que puede suceder se olvidan otra vez de las cosas importantes, que no es el tiempo, sino el modo en cómo nos encontraremos. Jesús no cae en el juego, ni alienta las preguntas inútiles. Más bien los invita precisamente a cuidar  la forma de vivir. Porque ciertamente y cada vez más aparecen por doquier falsos mesías que prometen salvación y felicidad, y van desde los personajes políticos y estrategas de la historia, hasta los más sutiles como el mesías ciencia, avances, tecnología.

Mis queridos hermanos y amigos, que nadie los engañe. No se confunda depositando su confianza, su tiempo, su vida en mesías que no salvan. Estos farsantes ocasionarán guerras de poder y dominio, revoluciones que beneficien sus intereses, pero que nada tienen que ver con el fin, por lo que hay que evitar el pánico, pues son cosas que el pecado en el corazón del hombre siempre provocarán. Que no se apodere de nosotros la curiosidad insana del cuándo sino que por el contrario, apostemos nuestra voluntad en vivir invariablemente con una conciencia tranquila, con un corazón cargado de caridad, con unas manos llenas de obras de misericordia. Que al momento que llegue el cuándo el Señor nos encuentre con los pies bien puestos en la tierra, cumpliendo nuestras obligaciones sociales y cristianas, y con los ojos bien puestos en el cielo, ansiando la vida junto a Dios.

3.- UNA, SANTA, CATÓLICA, APOSTÓLICA Y MARTIRIAL

En la profesión de fe de los católicos enumeramos cuatro notas esenciales de la Iglesia, a saber, que es una, santa, católica y apostólica. Si bien éstas son las fundamentales y distintivas, no son las únicas. La Iglesia es también ministerial, carismática, misionera, y para lo que nos ocupa, martirial.

Nadie ha dicho que el camino del seguimiento sea fácil. Incluso, una de las condiciones que apunta el Maestro para ir tras de Él es justamente tomar la cruz de cada día. Hoy nos recuerda de las prisiones y persecuciones que nos esperan para que cuando lleguen, no nos sorprendan ni nos derrumben. Empero, de esto que parece desafiante y difícil, brota la inigualable oportunidad de testimoniar la firmeza de nuestra fe. Cuando a los ojos del mundo esto del sufrimiento, de la renuncia, de los ataques parece tan incómodo y desagradable, los discípulos de Cristo han de gozarse porque todo es a causa de aquel que primero ha dado testimonio de su amor por nosotros.

Descubro sumamente interesante la insistencia de Jesús al recomendar que no se procure preparar la defensa, porque nuestro abogado hablará por nosotros con palabras sabias que la maldad y la falsedad de los enemigos  no podrá contradecir; nos está suplicando el regalo de nuestra confianza. Seguro que conoce nuestro corazón, tan duro para abandonarse a alguien más, tan acostumbrado a la autosuficiencia y depender sólo de sí, pero de tal prueba tan tremenda como la injusticia, o la humillación de parte de los poderosos, o las acusaciones mentirosas, no podremos salir victoriosos si no es con el consuelo, la fortaleza, la sabiduría del Señor que saldrán a nuestra defensa.

Hermanos y hermanas, hoy la Iglesia, fecundada por la sangre de tantos mártires que en todas las épocas y latitudes han resistido el combate de la fe, está necesitada de testigos que no se amedrenten por las fatigas, que no se paralicen ante los tribunales, que no se acobarden por las persecuciones. Hagamos más visible esta característica de la Iglesia y digamos parodiando la frase de un grande teólogo: En el presente milenio, o los cristianos son testigos o no son cristianos, porque es una exigente realidad, que el mundo ahora tiene más necesidad de testigos (mártires), que de maestros.

4.- LA FIDELIDAD ALCANZA LA SALVACIÓN

A veces suena tan sencillo hablar de fidelidad, que pasamos desapercibidas gran parte de sus consecuencias. Manifestamos que queremos permanecer fieles a Dios, pero dando por supuesto un ambiente propicio donde todos nos apoyen y nos animen a alcanzar este propósito. Pero resulta otra cosa absolutamente opuesta cuando las circunstancias se vuelven hostiles y hasta hirientes. La traición de los seres queridos, la oposición y el odio, incluso la muerte, pueda parecer un precio demasiado alto que quizás nos estemos dispuestos a pagar.

Y entonces las opciones podemos presentarlas más simples: agradar a los hombres o agradar a Dios. Elegir la primera nos dará una vida placentera, permitirá disfrutar de las personas allegadas, congraciará con los cercanos y hasta puede que nos aplaudan. Elegir la segunda opción nos dará una vida que es eterna, aquella donde no hay más pobreza ni dolor, donde nadie está triste ni tendrá que llorar. Creo que esta es la situación de muchos católicos que quieren con todas las fuerzas de su corazón ser fieles a Señor, de los que tienen que soportar las críticas y las burlas hasta de los de casa por el hecho de que quieren vivir conforme a la voluntad de Dios, de los que son señalados y ridiculizados porque no están dispuestos a conformarse con los criterios del mundo, de los que sufren la ingratitud y ofensas de los hijos cuando los invitan a vivir mejor, de los que de mil maneras son perseguidos.

Mis palabras de aliento a todos estos hermanos y hermanas que luchan sin desfallecer y que no están dispuestos a perder lo mucho por lo poco, el todo por la nada, la eternidad por unos cuantos años cómodos. Sirvan las palabras y las promesas del Señor para no perder el ánimo y mantener la firmeza de nuestra fe.

A MODO DE CONCLUSIÓN

No podemos desaprovechar estos momentos especiales de reflexión que nos invitan a recordar la brevedad de nuestro paso por el mundo, a fin de poner nuestra mirada en lo alto. La exhortación a la vigilante espera con un corazón en paz y limpio debería calar hondo en cada uno, puesto que lo que está en juego esta nuestra felicidad o nuestra frustración eterna. Que se robustezca nuestra fe y nuestra confianza despreciando las cosas de este mundo con la seguridad de alcanzar las del cielo. Ha sonado la hora, hermanos y amigos de experimentar personalmente el compromiso honroso de volvernos testigos creíbles, con nuestras palabras y obras, de las cosas importantes.

No agachen nunca la mirada, que cuando todo sea destruido, la fidelidad nos mantendrá de pie y podremos vislumbrar desde ahí la vida que recompensa con creces nuestros sufrimientos y persecuciones.  Con una auténtica confianza, con una grande esperanza, con una fe inquebrantable, con una paciencia sin límites, y con un amor para quienes nos aborrecen y persiguen podremos dar testimonio del nombre cristiano.

Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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