lunes, 11 de octubre de 2010

LA FAMILIA, ESPERANZA DE UN MUNDO MEJOR

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

Hoy Domingo 10 de octubre iniciamos la Semana de la Familia 2010 en todas las parroquias y comunidades de las cuatro iglesias particulares que integran la Provincia Eclesiástica de Yucatán.

«La Iglesia Católica, a través de su Pastoral Familiar, aunque no exclusivamente, quiere animar a los padres de familia a cumplir con la responsabilidad y misión de educar a sus hijos e hijas en los valores, incluido el valor de la fe, sobre la base del amor», han expresado los sacerdotes coordinadores de esta Pastoral en las Diócesis de Campeche, Tabasco, Yucatán y la prelatura de Cancún-Chetumal.

En este año 2010, los talleres, que se realizarán del lunes 11 al viernes 15 de octubre, abordarán el tema de la misión educativa de la Familia. La educación –mencionan los coordinadores diocesanos en su mensaje– ayuda a la familia a expresar lo mejor de sí misma en su relación humana, a tener la fe como un valor de vida y a colaborar en la edificación de una sociedad más fraterna.

La importancia de la familia no es únicamente por su colaboración en la transmisión de la vida, sino también por la grave responsabilidad de ser formadora y educadora de personas.

Así, la familia tiene una responsabilidad con la sociedad de la cual forma parte, siendo célula básica y columna vertebral que sostiene la vida social. La familia colabora en la edificación de la comunidad cuando transmite a los niños y niñas los valores que despiertan en ellos el deseo por superarse, a través del estudio, la ayuda en las tareas del hogar y el servicio a la comunidad.

«La familia constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es escuela de la Fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente […] La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos» (DI 5), afirmó el papa Benedicto XVI en su Discurso Inaugural en Aparecida, Brasil.

Además, es en el seno de una familia, donde la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe.

En efecto, el gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la trasmite y testimonia.

Porque la familia es el valor más querido por nuestros pueblos, la Iglesia muestra su preocupación por ella, convirtiéndola en uno de los ejes transversales de toda su acción evangelizadora (DA 435). Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos (DA 118).

En el proyecto de Dios, la familia tiene la misión de dar la vida, de acogerla, de cuidarla, protegerla, promoverla, desde su concepción hasta su ocaso natural. Por lo tanto, la Iglesia tiene la tarea, a través de su Pastoral familiar, de fortalecer a la familia para que pueda cumplir con esta importantísima misión.

Los Obispos de México, en la Exhortación Pastoral titulada Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna, han expresado que están «convencidos de que el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar».

Es totalmente cierta esta afirmación. Pues la formación de la persona, de su mente y de su corazón, necesaria para la erradicación de la violencia, requiere instituciones que expresen y consoliden los valores de la paz. Y la institución que el ser humano experimenta más cercana es la familia, «núcleo natural y fundamental de la sociedad».

Por tanto, es necesario que los padres tomen conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos, que se dediquen un poco más a sus hijos, que convivan con ellos, que hagan a un lado, por un momento, sus negocios y preocupaciones para acercarse a ellos, jugar con ellos, conocerlos más, y para que puedan sus hijos sentirlos cerca.

Es necesario que todos estemos convencidos del importante papel que juega la familia en la construcción de nuestra sociedad, pues la identidad de los hombres y mujeres, promotores de paz, respeto, tolerancia, justicia, amor y solidaridad, se forja en la familia. Para cumplir esta misión la familia no se encuentra sola: Jesús, vivo y resucitado, la acompaña en el acontecer de su vida cotidiana.

Así, lo expresan los Obispos Latinoamericanos reunidos en Aparecida: «Dios ama nuestras familias a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia de Cristo, invocada a través de la oración en la familia, nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre nuevos caminos de esperanza» (DA 119).
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