Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal
Nos encontramos en la recta final del mes de Octubre, que, en nuestro bello estado, es llamado el mes de la campechanidad; una iniciativa importante y digna de apoyar, ya que su intención principal es rescatar aquellos valores que siempre han caracterizado a los campechanos.
Además, para la Iglesia Católica, en todo el mundo, el mes de octubre está dedicado a las Misiones y al rezo del rosario. El cuarto domingo del mes de Octubre se destaca por la celebración de Domingo Mundial de las Misiones, celebración con la que culmina la Jornada Mundial de las Misiones, la cual «ofrece a las comunidades diocesanas y parroquiales, a los institutos de vida consagrada, a los movimientos eclesiales y a todo el pueblo de Dios, la ocasión para renovar el compromiso de anunciar el Evangelio y dar a las actividades pastorales una dimensión misionera más amplia».
En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2010, el Papa Benedicto XVI expresa que «sólo a partir del encuentro con el Amor de Dios, que cambia la existencia, podemos vivir en comunión con él y entre nosotros, y ofrecer a los hermanos un testimonio creíble, dando razón de nuestra esperanza (cf. 1 P 3, 15). Una fe adulta, capaz de abandonarse totalmente a Dios con actitud filial, alimentada por la oración, por la meditación de la Palabra de Dios y por el estudio de las verdades de fe, es condición para poder promover un humanismo nuevo, fundado en el Evangelio de Jesús».
«En octubre –nos recuerda el Papa– la Iglesia nos invita a aprender de María, mediante el rezo del santo rosario, a contemplar el proyecto de amor del Padre sobre la humanidad, para amarla como él la ama. ¿No es este también el sentido de la misión?».
«El Padre nos llama a ser hijos amados en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en Él, don de salvación para la humanidad dividida por la discordia y por el pecado, y revelador del verdadero rostro del Dios que "tanto amó al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16)».
Benedicto XVI continua explicando en su Mensaje cuál es el sentido de la Misión: «Queremos ver a Jesús. Es la petición que, en el Evangelio de san Juan, algunos griegos, llegados a Jerusalén para la peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe. Esa misma petición resuena también en nuestro corazón durante este mes de octubre, que nos recuerda cómo el compromiso y la tarea del anuncio evangélico compete a toda la Iglesia, "misionera por naturaleza" (Ad gentes, 2), y nos invita a hacernos promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio».
«En una sociedad multiétnica que experimenta cada vez más formas de soledad y de indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y a ser hermanos universales, cultivando los grandes ideales que transforman la historia y, sin falsas ilusiones o miedos inútiles, comprometerse a hacer del planeta la casa de todos los pueblos».
Como aquellos hombres llegados a Jerusalén hace más de dos mil años, «también los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre de modo consciente, piden a los creyentes no sólo que "hablen" de Jesús, sino que también "hagan ver" a Jesús, que hagan resplandecer el rostro del Redentor en todos los rincones de la tierra ante las generaciones del nuevo milenio y, especialmente, ante los jóvenes de todos los continentes, destinatarios privilegiados y sujetos del anuncio evangélico. Estos deben percibir que los cristianos llevan la palabra de Cristo porque él es la Verdad, porque han encontrado en él el sentido, la verdad para su vida».
El Papa hace referencia al «mandato misionero que han recibido todos los bautizados y la Iglesia entera, pero que no puede realizarse de manera creíble sin una profunda conversión personal, comunitaria y pastoral. De hecho, la conciencia de la llamada a anunciar el Evangelio estimula no sólo a cada uno de los fieles, sino también a todas las comunidades diocesanas y parroquiales a una renovación integral y a abrirse cada vez más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de toda persona, de todos los pueblos, culturas, razas, nacionalidades, en todas las latitudes».
Finaliza el Mensaje poniendo el acento en lo que es la clave de la Misión: La comunión eclesial, la cual, insiste Benedicto XVI, nace del encuentro con Jesucristo, «que en el anuncio de la Iglesia llega a los hombres y crea la comunión con él mismo y, por tanto, con el Padre y el Espíritu Santo. Cristo establece la nueva relación entre Dios y el hombre. Él mismo nos revela que Dios es amor y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor».
«En esta Jornada Mundial de las Misiones 2010 sintámonos todos protagonistas del compromiso de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El impulso misionero siempre ha sido signo de vitalidad para nuestras Iglesias y su cooperación es testimonio singular de unidad, de fraternidad y de solidaridad, que hace creíbles anunciadores del Amor que salva».
_____________________________________________________________________