domingo, 26 de septiembre de 2010

COMO VELA QUE SE CONSUME EN EL ALTAR

CLARA "LUZ" BADANO: EJEMPLO DE AMOR EN EL DOLOR

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

El santuario de Ntra. Sra. del Divino Amor, a 20 km de la ciudad de Roma fue sede, ayer sábado 25 de septiembre, de la emotiva ceremonia de beatificación de la joven Clara Luz, quien murió hace apenas veinte años, pero que es un espléndido ejemplo de amor en el dolor.

A la ceremonia de beatificación asistieron sus padres Ruggero y María Teresa Badano, el obispo emérito de Acqui, Mons. Livio Maritano, quien conoció a Chiara y que fue el que promovió y llevó adelante la causa de beatificación, y muchos jóvenes amigos de Clara, quienes integraron el coro. Con cada palabra cantada una sonrisa.

Para todos hay alegría: Clara Badano, la hija, la amiga, desde el cielo los acompaña y ahora ya no es sólo suya. ¡Ya es del mundo entero! Es un modelo para la Iglesia.

«Clara, de nombre y de hechos, es santa». Se escucha al inicio de su beatificación cuando se lee su breve biografía. A los 17 años, se inició su calvario de casi dos años, recuerda el lector. Clara no lloró. «Si lo quieres tú Jesús, también lo quiero yo». No perdió su sonrisa. «Yo no tengo nada, pero tengo todavía el corazón, y con él, siempre puedo amar», decía. Su habitación era un lugar de encuentro, de apostolado, de unidad.

Mons. Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, y quien ha presidido la ceremonia de beatificación, lee la carta apostólica que acoge el pedido del Obispo de Acqui, y declara Beata a esta joven laica.

Entonces se hace la luz: Se muestra el cuadro de la nueva Beata. Sus luminosos ojos iluminaron el santuario del Divino Amor, desde el cuadro. Su mamá sonríe. No recuerda la muerte de su hija, celebra su vida. Su padre luce un poco más triste. Ella sonríe mientras dos minutos de aplausos espontáneos reconocen la vida de la joven.

A la mente de muchos de los presentes viene el comentario de uno de los médicos que la atendieron: «Su sonrisa y sus grandes ojos luminosos nos probaban que la muerte no existe. No hay más que la vida».

¿Quién es Clara Badano?

Después de 11 años de matrimonio, a los esposos Ruggero y Maria Teresa Badano se les cumplió el sueño de la llegada de su primera y única hija: Clara, quien nació el 29 de octubre de 1971 en una pequeña población llamada Sassello, ubicada en la región de Liguria, al norte de Italia.

En 1981 conoció al movimiento de los Focolares, gracias a una amiga llamada Chicca que la invitó a hacer parte del movimiento GEN (Generación nueva). A Jesús lo puso en el primer lugar. Lo llamaba mi «esposo».

De joven le gustaba cantar, bailar, jugar tenis y patinar. Amaba la montaña y el mar. También trataba de ir a misa todos los días.

Un partido de tenis cuando tenía 17 años fue el evento que cambió radicalmente la vida de Clara Badano. Allí comenzó a sentir dolores muy fuertes. Era el principio de la enfermedad que meses después la llevó a la muerte. «Por ti, Jesús, ¡si tú lo quieres, yo también lo quiero!», eran las palabras que repetía durante su agonía.

Los dolores iban empeorando. Luego le realizaron más exámenes médicos. El resultado fue el más temido: un osteosarcoma, un tipo de cáncer de huesos de los más graves y dolorosos. Clara acoge la noticia con mucho valor. Después de un largo silencio, sin lágrimas ni rebeldía, dice: «¡Soy joven, saldré de ésta!».

Su madre todavía recuerda cuando llegó a casa después de la primera sesión de quimioterapia. «No quería hablar. La miraba y veía la expresión de su rostro; toda la lucha que estaba combatiendo dentro de sí para dar su SÍ a Jesús». Tras 25 minutos le dijo a su madre: «ahora puedes hablar».

Exámenes médicos, operaciones quirúrgicas, quimioterapia... Nada funciona y el mal avanza a pasos agigantados, llegando a la médula espinal. Entonces perdió el uso de sus piernas. «Si tuviera que elegir entre caminar o ir al paraíso, no tendría dudas, escogería el paraíso», dijo Clara.

Así transcurrió varios meses de agonía que le ayudaron a prepararse para su encuentro con Jesús. «Los momentos más bellos fueron durante el último verano», testimonia su amiga Chicca. «Ella permanecía inmóvil en su cama», recuerda. «No lloró, no se lamentó, miraba en un mueble la imagen de Jesús».

Chiara quiso preparar su propio funeral: los cantos de la misa, el vestido y el peinado. «Todo para ella era una fiesta. Quería ser en terrada con un vestido blanco, como una esposa que va a encontrarse con Jesús».

Y le hizo una última exhortación a su madre: «Cuando me vistas, deberás repetir tres veces: "Ahora Clara ve a Jesús"». Clara pidió que las córneas de sus ojos fueran donadas a dos jóvenes.

Murió en la madrugada del 7 de octubre de 1990. Fue llevada por Jesús a la presencia de Dios, en el día en que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de Ntra. Sra. del Rosario. Las últimas palabras de Clara a su madre fueron: «Sé feliz porque yo lo soy».
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