miércoles, 22 de septiembre de 2010

CELEBRAR Y CUESTIONAR


Artículo escrito por:
+ Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de san Cristóbal de las Casas

Fuente: http://www.diocesisancristobal.com.mx



CELEBRAR Y CUESTIONAR
22 de Septiembre de 2010

VER

Decidí atender pastoralmente a comunidades marginadas de la montaña del municipio de Margaritas, a casi seis horas de San Cristóbal, los días 15 y 16 de septiembre, fiestas nacionales del bicentenario de nuestra independencia. ¡Qué contraste! Mientras había derroche de espectáculos y celebraciones en una buena parte del país, allí pasaban desapercibidas. Si no fuera porque yo se las mencionaba, ni a quién le interesaran.

Lodazales por todas partes; caminos destrozados por los explotadores de madera; carencia en varios pueblos de luz eléctrica y de agua al menos entubada; la mayoría de las casas, de tabla. Los únicos fuegos espectaculares eran los truenos, los relámpagos, en medio de una lluvia pertinaz. Tuvimos que caminar buen trecho, porque el agua invadió carreteras, y celebrar la Misa entre el lodo. Y venían a mi mente los edificios del súper primer mundo de Santa Fe, entre la ciudad de México y Toluca, así como las mansiones que en muchas partes de divisan. ¡Qué Méxicos tan distantes! ¿Nada, entonces, que celebrar?

Sí, había motivos para celebrar. Hace años llegué a Las Delicias caminando, y ahora tienen carretera, con la que se sienten muy contentos y con esperanza. En la otra comunidad, Nueva Revolución, hace veinticinco años un solo patrón era dueño de mil ochocientas hectáreas, con papeles y todo, protegido por el ejército y la policía, y los indígenas eran sus peones acapillados, en condiciones de auténtica esclavitud. Ahora, después de años de lucha, todos tienen sus parcelas, con sus papeles en orden. Ya falleció aquel patrón, y están en paz y tranquilidad; son pobres, pero dueños de sus tierras y están contentos. Hay motivos para celebrar.

JUZGAR

Cuando una mujer unge los pies de Jesús con un perfume de nardo, muy costoso, Judas critica y afirma que ese derroche debería más bien destinarse a los pobres. Jesús, sin embargo, defiende a la mujer. Es legítimo, pues, hacer fiesta por los doscientos años del inicio del movimiento de independencia, que generó muchas cosas buenas. No hay que ser como los de corazón amargado, incapaces de disfrutar una celebración que es justa y necesaria. Si nada se hubiera organizado, esos mismos amargados lo criticarían.

Sin embargo, Jesús condena al rico que banquetea todos los días y ni siquiera le deja las sobras al pobre Lázaro. Ese rico inmisericorde, insensible, duro de corazón, sufrirá su propio infierno sin esperanza de salir. Una vez pasadas las fiestas patrias, hay que volver la mirada a los campesinos, a los indígenas, a los desempleados y subempleados, a los migrantes, a los ancianos, a los indigentes, a los encarcelados, etc. Si no volvemos el corazón a ellos, no tiene justificación el derroche y el superlujo que algunos ansían y exigen como si fuera un derecho, cuando otros se mueren por unas necesidades de salud y de alimento insatisfechas.

ACTUAR

En la reciente Carta Pastoral Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra Patria, los obispos, después de analizar los hechos del pasado, nos comprometimos a “retomar con todo vigor los retos y desafíos que se nos presentan hoy en día. Queremos ser protagonistas, junto con todo el Pueblo de México, de la construcción de un futuro con esperanza para nuestro País. No podemos despreocuparnos del hombre real y concreto, a quien debemos servir desde nuestra misión religiosa que es, por lo mismo, plenamente humana. Nos comprometemos a seguir colaborando en su construcción con renovado ardor, convencidos de que todos debemos ser verdaderos protagonistas de los acontecimientos y no sólo espectadores de ellos”.

¿Qué podemos hacer tú y yo, para que alguien tenga motivos para celebrar? Hay pobres, de clase media, pequeños ricos y ricos acaudalados, egoístas e insensibles a los demás. Pero también conozco empresarios que destinan buena parte de sus ganancias a sostener clínicas para enfermos, en forma casi gratuita, o a promover acciones de promoción social con y para indígenas y campesinos. Ese ejemplo debería cundir. No queramos que todo lo arregle el gobierno; todos somos responsables del país.
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