sábado, 24 de julio de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO


DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO
25 de Julio de 2010



Estimados Amigos y Hermanos:

Nuestro querido Campeche, como el noreste del País, se ha visto también ahora afectado por las inundaciones. La capital y muchas comunidades rurales se han visto afectadas, muchas familias han perdido todo. Los encomendamos a sus oraciones.

Del Evangelio según san Lucas 11, 1-13:

«Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.

Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan: ‘Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquél que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación’”.

También les dijo: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

Cuando vemos a alguien que cree lo que hace, nos dan ganas de hacer lo mismo. Cuando observamos a un pintor que pinta como sacando de dentro del lienzo los dones que lleva, nos anima a mezclar colores o untar un papel o un lienzo intentando dibujar algo, buscando que se parezca a lo que pensamos. Lo mismo pasa con la poesía, con el deporte, con la oración, con lo que sea: la persona que vive con ilusión lo que hace, convence y contagia.

Los textos litúrgicos de este domingo son bellísimos y extraordinarios pues en este sentido nos motivan y nos enseñan diversos modos de orar.

Abraham aparece en la primera lectura como modelo de oración de intercesión por los habitantes de Sodoma. En el evangelio Jesucristo nos enseña con el padrenuestro dos modos de orar: la oración de deseo, en la primera parte, y la oración de súplica en la segunda. El texto de la carta a los colosenses no trata directamente de la oración, pero podríamos decir que ofrece el fundamento de toda oración cristiana, sobre todo de la oración litúrgica, que es el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. O tal vez se pudiera hablar de la oración que se hace vida, entrega por amor.

1.- LA ORACIÓN DE INTERCESIÓN

Interceder es unirse a Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres, y participar de alguna manera en su mediación salvífica. En la intercesión, en efecto, el orante no busca su propio interés, sino el de los demás, incluso el de los que le hacen mal. Normalmente se intercede por alguien que está en necesidad, en peligro o en dificultad. Así lo hace Abraham ante la situación de Sodoma y Gomorra, a punto de ser destruidas por su maldad. La de Abraham es una intercesión llena de atrevimiento y osadía para con Dios, pero al mismo tiempo de grandísima humildad.

«Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Supongamos que faltan cinco para los cincuenta justos, ¿por esos cinco que faltan, destruirías toda la ciudad?». La oración de intercesión complace a Dios, porque es la oración propia de un corazón conforme a la misericordia del mismo Dios. Pero la eficacia divina, obtenida por el intercesor, puede encontrar acogida o rechazo en la persona por la que se intercede. Ante la intercesión de Abraham, Dios intercede y salva a Lot y a sus hijas, pero Sodoma y Gomorra son arrasadas por el fuego.

2.- LA ORACIÓN DE DESEO

Lo propio del amor es pensar primeramente en Aquel a quien amamos. Por eso, en el padrenuestro que Jesucristo nos enseñó, el corazón del creyente eleva hasta Dios el deseo ardiente, el ansia del hijo por la gloria del Padre, siguiendo las huellas de Jesucristo. ¿Qué es lo que el cristiano más puede desear en este mundo? El evangelio nos responde: Que sea santificado el nombre de Dios, que venga su Reino.

El cristiano desea ardientemente que Dios sea reconocido como santo, como totalmente diferente del mundo, como el totalmente Otro, como el Trascendente que sostiene nuestra libertad y alienta nuestra hambre de trascendencia. El cristiano anhela fuertemente que se establezca el reino y reinado de Dios sobre la tierra, el reino del Mesías que abre las puertas a todos los pueblos y a todas las naciones. ¿Son éstos todos los deseos de los cristianos? Son un compendio, por eso, todos los demás buenos deseos cristianos, para que sean tales, deberán decir relación a uno de ellos dos. Una oración de deseo, al margen de Dios y de su reino, no puede ser cristiana.

3.- LA ORACIÓN DE SÚPLICA O PETICIÓN

En la segunda parte del padrenuestro, pedimos a Dios por las necesidades fundamentales de la existencia humana. Las pedimos no individual, sino comunitariamente.

Es la Iglesia en mí y conmigo la que pide a Dios el pan de cada día, el perdón de los pecados, la fuerza ante la tentación para todos los cristianos, para todos los hombres. Son peticiones que se hacen a Dios como Padre, y por ello con total confianza y seguridad de ser escuchados; pero son también peticiones audaces porque pedimos cosas nada fáciles, sobre todo si tenemos en cuenta el misterio de la libertad de Dios y de la libertad del hombre. Son peticiones que «conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal» (Catic 2857).

4.- LA ORACIÓN DE LA VIDA ENTREGADA POR AMOR

Nuestra oración es paradójicamente también una respuesta, nos dice bellamente el catecismo. Una respuesta a la queja del Dios vivo: «A mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas; respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación, respuesta de amor a la sed del Hijo único» (Catic 2561). Es la oración de la vida, de las obras de la fe y del amor, obras diarias unidas misteriosamente al gran orante con la vida que es Jesucristo. En nosotros, dada nuestra miseria, debilidad y limitación humanas, no pocas veces la oración va por un lado y la vida por otro.

En Jesús la oración es vida y la vida es oración. Así es como pudo cancelar la nota de cargo que había contra nosotros y clavarla en la cruz, perdonándonos todos nuestros pecados. Jesucristo oró y murió por nuestros pecados, y con su oración y muerte nos alcanzó la vida.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Dime cómo oras y te diré quién eres. Hay quienes piensan que el valor del hombre y su identidad se miden por su cuenta bancaria, por su rango social, por su poder sobre los demás, por su saber, por su fama... Más bien habrá que decir que el hombre es lo que ora, vale lo que ora. ¿Oras? ¿Oras de verdad, con toda el alma? ¿Oras mucho, con frecuencia? ¿Oras con oración de deseo, buscando sinceramente a Dios en tu oración? ¿Oras desinteresadamente, por quienes tienen necesidad de Dios, de su misericordia y de su amor? ¿Oras con confianza, con abandono en el poder y en la sabiduría de Dios que conoce lo que es mejor para los hombres? ¿Oras con un corazón eclesial, abierto a todos? ¿Oras, como Jesucristo, con tu vida hecha oblación por la salvación de los hombres? Si oras, y oras así, eres cristiano auténtico. Si no oras, o si tu oración está desprovista de estas cualidades, tu identidad cristiana está muy maltrecha y desfigurada.

Por todo esto, conviene recordar que la familia, la escuela, la parroquia deben ser también y -¿por qué no?- principalmente, escuelas de oración. ¿No nos sucede que enseñamos muchas cosas a los niños, y nos olvidamos quizá de enseñarles a orar?

El "gusto" de orar. La oración indudablemente no debe ser un capricho, algo que depende del tener o no tener ganas. Pero evidentemente que tampoco debe ser un tormento, algo que hago a disgusto, porque hay una ley de la Iglesia o una costumbre de familia. Orar debe ser algo que me guste, como nos gustan las cosas buenas. Nos gusta hablar con los amigos, ¿hay un mejor amigo que Dios? Nos gusta aprender cosas, ¿hay mejor maestro que el mismo Dios? Nos gusta sentirnos queridos y amados, ¿hay alguien que nos ame y nos quiera más que Dios Nuestro Señor? Este gusto, como muchas veces no es sensible, nos resulta algo más difícil. Como es un gusto espiritual, es un gusto que sólo el Espíritu Santo nos puede regalar.

Por tanto, más que esforzarse por gustar la oración, habremos de esforzarnos por pedir al Espíritu el gusto de orar. Él, que conoce el interior de cada hombre, es quien infunde en la intimidad de cada uno este gusto por la oración. ¿Te "gusta" la oración en el recinto secreto de tu corazón, a solas con Dios? ¿Te "gusta" la oración comunitaria, por ejemplo, el rosario en familia o en la Iglesia, y sobre todo la santa misa, oración suprema de la Iglesia al Padre por medio de Jesucristo? Si todavía no lo tienes, descubre el gusto de la oración y pide al Señor que nos lo conceda a todos los cristianos. El gusto de orar es una riqueza para cada cristiano y para toda la Iglesia. ¡Ánimo!
Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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