lunes, 28 de junio de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO
27 de Junio de 2010

Del Evangelio según san Lucas 9, 51 – 62
:

«Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió.

Después se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.

A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.

Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

La página evangélica de hoy nos muestra a un Jesús que comienza una etapa nueva de su vida. La importancia del momento queda bien reflejada en el texto, al decir que Jesús “tomó la decisión inconmovible de ir a Jerusalén”. Una traducción literal diría que apretó los dientes para encarar al gran reto de Jerusalén. El texto tiene dos partes claramente distintas, aunque estrechamente relacionadas: el inicio de la marcha a la ciudad santa (vv. 51-56) y tres casos de vocación en relación con este viaje. Según los Evangelios sinópticos, a diferencia de san Juan, hasta ahora Jesús ha desempeñado exclusivamente en Galilea la actividad de su vida pública.

Ahora decide, por fin, subir a Jerusalén. San Lucas da una importancia extraordinaria a este viaje. Comprende diez capítulos y constituye como la columna vertebral de todo su evangelio. El viaje es presentado como una gran marcha profética, en la que Jesús, como maestro itinerante, va desgranando los aspectos más bellos, radicales y sorprendentes de su mensaje.

1.- ES UNA MARCHA PASCUAL

Toda la atención se centra en la ciudad santa y en lo que allí va a acontecer. La vieja ciudad amurallada era el corazón y el símbolo más preciado de la historia, de la religiosidad y de la cultura del pueblo judío. Lucas presenta a Jesús como a aquel que va a superar las viejas murallas de la ciudad histórica y su significado, con el fin de abrir un horizonte universal y sin fronteras a su evangelio. Pero la empresa no va a ser fácil. Hoy se encuentra ya con la primera dificultad por parte de los samaritanos, enemigos acérrimos de los judíos. No toleran que este grupo que camina hacia Jerusalén se aloje en una de sus aldeas. Por otra parte, Jesús descubre una vez más la torpeza de sus propios discípulos. Y esto le duele más. En esta ocasión adoptan una actitud de fuerza y de castigo, como si el viaje a Jerusalén fuese una operación militar de conquista. No entendían nada. Jesús tuvo que reprenderles severamente. Claramente se advierte de intolerancia y mezquindad de los samaritanos y de los discípulos, en contraste con la tolerancia y magnanimidad de Jesús.

2.- “SE DIRIGE DECIDIDAMENTE HACIA JERUSALÉN!”.

Solo quien esta enamorado entiende la lógica de la “radicalidad”. El verdadero amor no tiene medida. Pero cuando este amor se dirige hacia algo grande y absoluto, esa radicalidad se transforma en opción fundamental de la vida, unidad y fuerza de una existencia que se ha encontrado en sí misma, y que nada puede obstaculizarla. Jesucristo es uno de esos pocos hombres afortunados que pronto en la vida han intuido el sentido y el rol de su propia misión, y han puesto una voluntad total en ella... y quiere que también sus discípulos sean así. ¡Jesús sabe perfectamente que solo un grande amor salva la vida y da la felicidad!

a.- ¡Lo espera su Hora! Jesús tiene plena conciencia y le queda bien claro cuanto le espera, sabe la obra de salvación que debe realizar. Ya en dos ocasiones lo había advertido a sus discípulos: tenía que sufrir y enfrentar la cruz... “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado”. Desde adolescente había hecho su opción: “no sabían que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre”.

El proyecto de Dios, la difícil misión que le había encomendado, la plena y amorosa confianza a la voluntad del Padre: ¡es lo que caracteriza cada paso y cada decisión de su vida! Obediencia y confianza son fruto de una sintonía profunda, del corazón y de la voluntad, pero antes lo son de la inteligencia y de fe... porque de Dios había asumido plenamente la mirada sobre el mundo y su historia.

En efecto decía: “el Padre y yo somos una sola”... es decir ¡una absoluta sintonía! Se puede decir que el hombre Jesús, por don de la gracia y por decisión propia, es aquel que en un modo eminente cree que Dios ve y quiere nuestro bien más allá de los que nosotros queremos y vemos de nosotros mismos. Tomo en serio su misión, su papel, su entrega. ¡Jesús era un hombre de una sola pieza!

3.- JESÚS, VALOR ABSOLUTO DE LA VIDA

Suave y comprensivo con los samaritanos, que le niegan alojamiento, Jesús se muestra, en cambio, muy exigente con los que quieran seguir su camino de vida. Pide a sus seguidores la misma actitud decidida y arriesgada con que él camina hacia Jerusalén. Jesús rechaza a tres posibles candidatos. ¿No parece exagerado pedir la renuncia total a todo para poder seguirlo? Esto nos plantea a todos los cristianos una cuestión crucial: ¿Es preciso ser un héroe, un santo, para seguir a Jesús? Si la respuesta es afirmativa, ¿no habremos de reconocer que supera nuestras posibilidades? ¿Quién se atreve, pasada la primera juventud, a hacer profesión de heroicidad o de santidad? Por otra parte, los que le seguían no eran héroes ni santos, y Jesús no les rechaza. Todo lo contrario: dice que busca a los pecadores y no a los justos (Mt 9,13).

¿Cómo unir estos dos aspectos: su exigencia con la imperfección evidente de sus seguidores? Para entenderlo tenemos que ver dónde sitúa Jesús su exigencia. Jesús no exige que Pedro, o Juan, o Santiago, o cualquiera de nosotros, nos transformemos en un momento en héroes o en seres perfectos. Comprende nuestras cobardías, nuestros defectos, nuestras limitaciones, nuestros pecados. Lo que sí nos pide es que no pongamos condiciones para seguirle, que no nos reservemos nada, que confiemos ilimitadamente en él, que estemos dispuestos a dejarnos transformar, que queramos seguirlo más y más... Aunque mientras le vamos siguiendo ni lo comprendamos del todo ni seamos capaces de comportarnos siempre como él espera. Únicamente nos pide, repito, que no le pongamos condiciones, que nos dejemos llevar por él.

Jesús nos pide una entrega total, quiere que aceptemos su mensaje como valor absoluto de la vida. Seguirle no ofrece ningún tipo de ventajas o poder sobre los demás. ¿No es perfectamente comprensible que en el momento en que "tomó la decisión de ir a Jerusalén", donde morirá, pida a los que quieran seguirle una opción tan decidida como la que acaba de hacer él?

A MODO DE CONCLUSIÓN

Creo que Jesús no quiere reclutar de prisa a sus discípulos. Le importa más la autenticidad que el número. Nos advierte a los seguidores que hemos de aprender a dar prioridad al reino de Dios por delante de cualquier interés o compromiso humano. ¿Qué lugar ocupa tu compromiso como cristiano en el abanico de tus deberes, aficiones u obligaciones? ¡Ánimo!
Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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