Artículo escrito por el Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal,
de la Diócesis de Campeche
«En
aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea
y, entrando en la casa de Zacarías, saludo a Isabel. En cuanto ésta oyó el
saludo de María, la creatura saltó en su seno» (Lc 1, 39-41).
Así
inicia el fragmento del Evangelio que se proclama en la fiesta solemne de la
Virgen de Guadalupe el día 12 de diciembre.
No
cabe duda de que la Palabra de Dios es viva y eficaz, que se hace actual, que
guía, que da vida… que se concretiza en cada tiempo y lugar de la historia.
El
pasado jueves 8 de diciembre, muy de mañana, me encaminé presuroso, junto con
un entusiasta grupo de laicos, hombres y mujeres, de la parroquia de san
Francisco de Asís, en División del Norte, Escárcega, a un pueblo de las
montañas, como ellos le llaman, del estado de Campeche.
Al
llegar a la capilla quedamos gratamente sorprendidos, pues se encontraba
bellamente adornada; y no era para menos, ya que celebraban su fiesta patronal,
la fiesta de la Virgen de Guadalupe.
En
cuanto la comunidad allí reunida «oyó el saludo» del sacerdote y los cantos de
los laicos que le acompañaban, «saltó de gozo» y también se puso a cantar y a
alabar a Dios.
Verdaderamente
todos nos encontrábamos muy alegres celebrando a la Virgen de Guadalupe; todos
los integrantes de la comunidad católica del Ejido de Nuevo Tabasco, hombres y
mujeres, niños, jóvenes y ancianos, aplaudían y se movían mientras cantaban «el
amor de Dios es maravilloso… ¡Grande es el amor de Dios!».
Y
vaya que el amor de Dios por aquellos hermanos nuestros y por todos nosotros es
maravilloso…
Llegar
a nuestra cita con esta comunidad no fue nada fácil; hicimos más de dos horas.
Salimos de División del Norte muy temprano rumbo a Escárcega para dirigirnos al
Ejido Miguel de la Madrid donde tuve que dejar el auto para que nos trasladaran
en camioneta de doble tracción hasta una parte del camino donde, por las
lluvias, no puede pasar aún ningún vehículo.
Allí,
en medio del “monte” dejamos la camioneta y caminamos un buen trecho entre un
lodo chicloso, donde yo perdí hasta los zapatos; terminé caminando en puros
calcetines (y, después celebré la Misa, sin zapatos; en contacto con la madre
tierra). Mas adelante otro trecho a caballo hasta llegar al lugar donde ya nos
esperaba otra camioneta para conducirnos a Nuevo Tabasco, nuestra meta, nuestra
«tierra prometida».
Algo
atrajo poderosamente mi atención: A pesar de las dificultades para llegar a
esta comunidad, ninguno de nosotros se desanimó, ni perdió su entusiasmo ni su
alegría. Absolutamente, nadie. Regresamos a casa, más animados y llenos de fe
que al momento de partir hacia Nuevo Tabasco.
Ha
sido una bellísima experiencia que ha dejado una profunda huella en mí y me ha
hecho recordar las palabras plasmadas en la Carta Pastoral de Mons. Carlos
Suarez Cázares, entonces XI Obispo de Campeche, con las que invitaba a: «llenarse
de amor por nuestra Iglesia Diocesana de Campeche, de manera que nos llenáramos
de solicitud por todas las comunidades y creciéramos en el sentir de la Iglesia
Diocesana, asumiendo sus gozos y sus esperanzas, sus tristezas y también sus
angustias».
«Dichosa
tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del
Señor» (Lc 1, 45). Estas palabras que Isabel, llena del Espíritu Santo, dirigió
a María en el amanecer de la «plenitud de los tiempos», son aplicables hoy a la
Iglesia de División del Norte en esta preciosa aurora de su historia.
Dichosa
tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en División del Norte, porque
se cumple en ti cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Fuiste llamada y
elegida para entrar con toda tu historia, tu cultura y tus raíces ancestrales,
como una nueva y recién nacida comunidad parroquial, en la comunión de la
Iglesia diocesana.
Dichosa
tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en División del Norte, porque
se cumple en ti cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Con el agua de la
Fuente Bautismal das a luz nuevos hijos que conservarán tu rostro siempre bello
y juvenil. Hijos hijas que no se desaniman ni se cansan ante las dificultades;
hombres y mujeres de fe que se lanzan a recorrer decenas de kilómetros, a
caminar entre el lodo, a montar a caballo, con la alegría de llevar la Buena
Noticia del amor de Dios a sus hermanos.
Dichosa
tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en División del Norte, porque
has hallado gracia y se te ha dado una nueva vocación de ser Iglesia Madre en
la comunidad parroquial para ayudar a crecer, cuidar y amar, a todas las demás
comunidades, grandes y pequeñas, que integran tu territorio parroquial.
Comunidades que al verte llegar en tus hijos e hijos exclaman con alegría: «¡Qué
hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que
trae la Buena Nueva de Jesús resucitado!».
Dichosa
tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en Nuevo Tabasco, porque se
cumple en ti cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Se ha pronunciado
sobre ti una nueva misión: Ser pueblo de Dios para cantar y contar las
maravillas que el Señor realiza en ti, para vivir feliz cantando las alabanzas
al Señor.
Dichosa
tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en Nuevo Tabasco, porque la
fe y la perseverancia de tus hijos e hijas son para nosotros un ejemplo vivo
que nos anima a continuar nuestra misión.