miércoles, 26 de octubre de 2011

“HEMOS OÍDO DECIR QUE DIOS ESTÁ CON USTEDES”

“HEMOS OÍDO DECIR QUE DIOS
ESTÁ CON USTEDES”

 

Homilía de Mons. Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, para el Domingo Mundial de las Misiones.



Así culmina el texto del profeta Zacarías que nos fue proclamado en la primera lectura. 

Cinco siglos aproximadamente antes de la venida de Cristo, el profeta Zacarías ya indicaba la forma como se extenderán la verdad del evangelio, la buena noticia del reino de Dios. Cuando hablamos de Reino de Dios debemos de entender, cuando Dios es el centro de nuestra vida, él no quiere reinar como lo dijo claramente Cristo, como las autoridades,  los gobiernos, sino él quiere reinar en el estilo de vida, porque quiere ofrecernos que nuestro corazón se transforme conforme al suyo, es decir que muestre el amor y la misericordia de Dios. Esa es la razón por la que Cristo vino al mundo y nos manifestó el rostro de Dios nuestro Padre.

Cuando el profeta Zacarías hizo esta proclamación que dice: “en aquellos días, diez hombres de cada lengua extranjera tomara por el borde del manto a un judío y le dirán, queremos ir contigo   pues hemos oído decir que Dios está con ustedes”, es una forma en donde nos muestra cómo se expande la buena noticia de que Dios está con nosotros, como lo ha enseñado  en varias ocasiones en sus discursos y homilías el papa Benedicto XVI: la fe no se impone por la fuerza, por presión, por manipulación de conciencia, la fe se extiende por atracción, nos sentimos atraídos por la presencia de Dios que se manifiesta en nosotros, cuando nosotros vivimos el amor, la fe surge con una fuerza misteriosa y poderosa para atraer a los demás.

La religión católica por eso no es una Iglesia que se preocupa por tener más y más adeptos, por  tener más y más feligreses a como dé lugar, la iglesia católica se preocupa por manifestar la verdad en Cristo, por mostrar el rostro de Dios nuestro Padre, la misericordia de Dios. Cuando así lo hacemos son muchos otros que aunque estén distantes y aunque desconozcan el mensaje concreto de Cristo, se sienten atraídos por este estilo de vida.

En la primitiva Iglesia del siglo primero, nos cuentan narraciones, crónicas no de cristianos sino de paganos del imperio Romano, que decían que les  llamaban la atención las comunidades cristianas, y expresaban diciendo “mirad como se aman”; El amor que reina, el amor que se hace vida es la máxima atracción para descubrir a Dios.

Por eso es bueno preguntarnos hoy, ante esta palabra de Dios, que nos falta para seguir atrayendo, para tener esa fuerza de que los demás por el testimonio se sientan atraídos por Cristo. Uno de los factores que hemos analizado los Obispos tanto en América latina como en México,  y que hemos tratado de compartir con nuestros presbíteros es que llevamos una historia de casi siglo y medio en México, en donde la fe se ha transmitido más por la religiosidad, instintiva, popular de prácticas devocionales que existen y que han ayudado a que se transmita la fe de una generación a otra; pero nos ha faltado que nuestras parroquias sean el espacio donde se encuentren las comunidades, donde podamos ponernos en común, no solamente ir a misa sino también poner en común lo que tenemos como eco en nuestro corazón al escuchar la palabra de Dios, de ir a nuestra parroquia para poder encontrarnos y poner en común nuestras necesidades y preocupaciones y a partir de la caridad buscar caminos de solución a esa necesidades.

Tenemos en México, en general, una Iglesia donde todavía el 84% de los habitantes  de nuestro país se identifican como católicos, pero que no tienen, como el 90% de ellos, una experiencia de comunidad, de encuentro con otros para compartir la fe, eso es lo que nos está haciendo falta para manifestar en nuestra sociedad una experiencia donde reina el amor.

Cuando escuchamos  entonces en el evangelio vayan y anuncien a toda creatura, debemos por eso – nos dice el documento de Aparecida del 2007 – recordar nuestra vocación misionera, debemos recordar que tenemos que transmitir nuestra fe pero a partir de nuestra vida. Por eso los invito a todos los que están aquí hoy,  a que por ejemplo busquen la forma de que cuando venimos a misa el domingo, después en su casa – llevándose la hojita de las lecturas de la palabra de Dios – puedan compartir esposo con esposa, padres con hijos, hermanos, familiares ¿Qué nos ha dejado hoy la palabra de Dios, como familia?, para que en ese seno, empiece a descubrirse lo que Dios le pide a cada familia, esta es la cuna de la comunidad cristiana, nos decía el papa Juan Pablo II, la iglesia doméstica, eso es la familia, pero hay que cultivar en ella este poner en común la fe, hay que enseñarles a orar a los niños, a los adolescentes hay que compartirles lo que creemos.

Llevamos un siglo y medio en nuestro país donde nos han hecho creer desde la enseñanza oficial, que la fe es una cosa privada, que debe de estar en mi corazón, siendo éste el punto de partida fundamental, no puede quedarse reprimida, en mi interior, yo necesito compartir con el otro lo que creo, y lo que a la luz de la palabra entiendo, para interpretar lo que pasa en mi vida y en la vida de los demás, en mi familia  y en mi barrio, en mi ciudad, en mi sociedad. Tenemos que descubrir, a la luz de la palabra de Dios, qué es lo que Dios nos pide, debemos pues hacer un esfuerzo muy grande para romper ese dinamismo que ha enclaustrado la fe dejándola solamente en el interior de cada persona.

Somos el 84% de católicos, pero no nos reconocemos entre nosotros como tales, solamente  cuando venimos al templo y tenemos que hacer este esfuerzo de ir extendiendo nuestra propia identidad para ampliar el horizonte de nuestra influencia en la sociedad; vemos con preocupación, todo lo que pasa agresión, violencia, posición social, pérdida de valores y seguimos cruzándonos de brazos, Dios está dispuesto a ayudarnos a transformar estas realidades, a volverlas a convertir en una sociedad que sepa convivir socialmente, pacíficamente, con las virtudes claves del ser humano: honestidad, transparencia, respeto a los demás, porque se respeta la dignidad de la persona humana.

Los invito a dejarnos cuestionar por esta palabra, Dios quiere dar la buena noticia de que esta en medio de nosotros, pero a través de nosotros. Dios quiere atraer a los no creyentes y los católicos distantes, a través de nuestro testimonio. Abramos nuestros espacios de vida, para compartir nuestra fe; no dejemos enterrado nuestro talento, nuestra perla preciosa, solamente para mí, es también para los demás.

Que así entendamos toda esta enseñanza de la segundo lectura y que podamos hacer realidad como termina la misma cuando San Pablo dice: yo pregunto, ¿acaso no habrán oído la predicación? ¡Claro que la han oído! Pues la escritura dice la voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el  último rincón de la tierra.