miércoles, 20 de abril de 2011

¿QUÉS ESTAMOS HACIENDO PARA EVITAR QUE SE SIGA CRUCIFICANDO A CRISTO?

¡HOSANNA! Y ¡CRUCIFÍCALO!
LA CONTRADICCIÓN DE LOS HOMBRES

Comunicado de Prensa del 17 de Abril de 2010 presentado por el Pbro. José Juan Sánchez Jácome, Director de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa.

Xalapa, Ver., 17 de abril de 2011.

¿Cómo celebrar la Semana Santa desconociendo los hechos violentos que se registran en todo el país?

¿Cómo celebrar estos grandes misterios de la fe sin tener presentes a todos los ejecutados en Tamaulipas? ¿Cómo acercarnos a estos días santos sin olvidar las irrupciones de la violencia en Veracruz e incluso en la misma capital del Estado?

La Semana Santa no nos arranca de este contexto social porque finalmente el mensaje y el proyecto de Jesús consisten en la instauración de la paz y la justicia. La Semana Santa es rica en tradiciones y en expresiones de la piedad popular, pero para los creyentes se trata de una conmemoración, es decir, de una manera de actualizar y dejarnos iluminar por las cosas que sucedieron hace 2000 años en Jerusalén y que provocaron la muerte de Jesús.

Las celebraciones durante la «Semana mayor» no son simplemente para recordar, ni mucho menos para montar un teatro en las Iglesias; no son celebraciones para repetir ritos ni para recordar simplemente un hecho que sucedió en la historia. Se trata para nosotros de una auténtica actualización, de una manera de apropiarnos el mensaje de entrega a los demás, de amor «hasta el extremo» y de no violencia que nos ha dejado Jesucristo.

Durante estos días no nos ubicamos simplemente como espectadores de los hechos trágicos que sucedieron en Jerusalén al inicio de la era cristiana. Más bien nos ubicamos como destinatarios de este gran mensaje de paz y reconciliación que nos apremia a renovar el corazón como condición indispensable para tener la capacidad de transformar la realidad que niega la dignidad humana a través de la pobreza y de la violencia.

Al actualizar el misterio de la muerte y resurrección de Jesús conviene comenzar señalando que no hemos logrado erradicar la contradicción en nuestro corazón. La marca del domingo de ramos está presente en nuestra vida, porque al mismo Señor que aclamamos internamente lo crucificamos con nuestros actos, en la medida que atentamos contra los demás. Seguimos viviendo entre ¡Hosannas! y ¡Crucifícalo!

Tendemos a encumbrar a un Dios personal que tranquilice la conciencia, que asegure la suerte, que aleje los peligros y fracasos, pero se crucifica al verdadero Dios cuando no se construye la vida y la sociedad a través de los valores humanos, cuando pasamos por la dignidad de los demás, cuando vivimos en la mentira, cuando abusamos de nuestros cargos públicos, cuando permitimos un status quo que mantiene las injusticias.

Somos hombres de contrastes, ésta es la fotografía que el domingo de ramos presenta del hombre mismo. Nuestra religión a veces nos alcanza sólo para actos privados y no nos da para decidirnos por el bien, la justicia y la fraternidad. Aunque no seamos muy religiosos nos acordamos un poco de Dios esta semana, quizá más que nada el Viernes santo, pero sigue siendo un recuerdo sentimental que no transforma el corazón ni empuja a renunciar al mal, a fin de dejar de crucificar a los hermanos que tenemos cerca de nosotros.

En esta Semana Santa conviene preguntarnos qué estamos haciendo para transformar la realidad de violencia y de pobreza que esparce dolor, sufrimiento e incertidumbre en el corazón de tanta gente. Qué estamos haciendo para evitar que se siga crucificando a gente inocente como los pobres, los migrantes, los jóvenes, los desempleados y muchos más.

Hay que apropiarnos el mensaje de Jesús para que la Semana Santa no sea una fecha más en el calendario, una tradición más en Veracruz, sino un espacio que revolucione las conciencias y conquiste nuestro corazón para el bien, la paz y la justicia.