JUAN PABLO II : LUZ Y GUÍA PARA
TIEMPOS DE VIOLENCIAS E INJUSTICIAS
Artículo de Mons. José Luis Chávez Botello, Arzobispo de Antequera-Oaxaca.
Las situaciones de violencia y de injusticia dañan siempre gravemente a los pueblos; en la mayor parte de las personas inyectan desaliento, malestar, divisiones y resentimientos que dificultan la unidad y la participación en el bien común. Pocos pueblos y personas aprovechan esa situación como oportunidad privilegiada para reflexionar, enderezar el camino y superarse; allí está el ejemplo de Alemania y de Japón cómo se levantaron después de la segunda guerra mundial; allí está el testimonio del Papa Juan Pablo II.
Las situaciones de violencia y de injusticia dañan siempre gravemente a los pueblos; en la mayor parte de las personas inyectan desaliento, malestar, divisiones y resentimientos que dificultan la unidad y la participación en el bien común. Pocos pueblos y personas aprovechan esa situación como oportunidad privilegiada para reflexionar, enderezar el camino y superarse; allí está el ejemplo de Alemania y de Japón cómo se levantaron después de la segunda guerra mundial; allí está el testimonio del Papa Juan Pablo II.
Prácticamente toda la vida de de Karol Wojtyla estuvo marcada por el sufrimiento, violencia e injusticias sociales. Nació casi recién terminada la primera guerra mundial; desde niño quedó huérfano de madre; desde adolescente su país fue ocupado por los nazis, sufrió sus atropellos y experimentó de cerca el odio contra los judíos sin olvidar los campos de concentración; en su juventud, para no ser enrolado en las brigadas nazis, prefirió el trabajo duro de la cantera y sacar tiempo para estudiar en la universidad; con medidas de precaución alimentó su fe y fortaleció su vida en los grupos juveniles y talleres de teatro fomentados y cobijados por su parroquia. Así sufrió la segunda guerra mundial y sus secuelas devastadoras de muerte y destrucción; así se acrisoló y asimiló el valor sagrado de la vida, de la amistad y del servicio. En este ambiente descubrió su vocación al sacerdocio y la asumió con pasión.
Ya como sacerdote y obispo sufrió la dictadura del comunismo: en carne propia y con su pueblo vivió los engaños y atropellos de posturas ideologizadas y de regímenes que, con máscara de promover el bien común, se vuelven enemigos de las personas. Así comprendió la importancia de la reflexión sustentada en la verdad y de la proyección social de la fe; así creció su compromiso por la justicia y por la paz.
Su elección como Sumo Pontífice sorprendió a todo mundo; en su primer mensaje nos centró en lo más importante, nos abrió perspectivas y nos mostró el camino a seguir: “Abran las puertas, no tengan miedo… abran las puertas al Redentor”. Pronto experimentamos a un hombre de fe sólida y de gran calidad humana; tenía prisa por llegar a todos para abrir puertas a una vida más humana y a un desarrollo integral; afrontó graves problemas sociales y al interior de la Iglesia, ayudó a derribar prejuicios y barreras que impiden la unidad más que el muro de Berlín; alentó a ser constructores de unidad; se convirtió en el peregrino y mensajero de esperanza, de justicia, de amor y de paz. No lo detuvo el atentado sufrido casi al inicio de su Pontificado, ni los trastornos y debilitamiento de su enfermedad ni su edad avanzada.
A tres semanas de la beatificación de Juan Pablo II nos sentimos estimulados y exigidos a vivir este acontecimiento histórico. Los católicos del mundo entero tenemos mucho que agradecerle a Dios, especialmente los mexicanos; el Papa entró pronto en el corazón de los mexicanos, nunca ocultó su grande amor a la Santísima Virgen de Guadalupe a quien encomendó su Pontificado y nunca ocultó su gran cariño por México.
Juan Pablo II es ejemplo de fidelidad plena, de entrega amorosa de toda la vida hasta el último minuto; es una luz y guía para impulsar la proyección social de la fe afrontando la violencia y las injusticias de manera comprometida y constructiva. Sin duda será un valioso intercesor por México; sus palabras: “México siempre fiel” resonarán siempre como un llamado a defender y a fortalecer nuestra identidad de católicos.
Debemos prepararnos para vivir el acontecimiento de su beatificación. El 1º. de mayo, día de su beatificación, en todas las celebraciones dominicales vivamos litúrgicamente este acontecimiento. Procúrese tener en todos los templos y capillas una buena fotografía amplificada mientras se da a conocer y se difunde la imagen oficial del nuevo beato.
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