lunes, 20 de septiembre de 2010

POR UN FUTURO CON ESPERANZA PARA MÉXICO

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal .


Al inicio de la presente semana, en la isla de Cozumel se reunieron los obispos de la Provincia Eclesiástica de Yucatán, integrada por las diócesis de Campeche, Cancún-Chetumal, Tabasco y Yucatán. Allí celebraron, en la Iglesia de Corpus Christi, una misa por el Bicentenario del inicio de la gesta de Independencia.

En esta celebración, nuestros obispos dieron a conocer un Mensaje conjunto alusivo a estas celebraciones de la historia mexicana.

«Cuando vibra con especial intensidad el alma mexicana por la celebración del Bicentenario del inicio de la Independencia de México, y se fortalece el sentimiento patrio, nos dirigimos a ustedes para ofrecerles una palabra que ilumine las festividades de estos días y para animarles a vivir estas fechas agradeciendo a Dios por el don de la libertad y la unidad, e invitarles a un esfuerzo por promover la justicia y la paz en la sociedad mexicana», son las primeras palabras del Mensaje.

Al reconocer que la lucha de Independencia es un acontecimiento fundante de nuestra identidad nacional, los obispos de la Provincia afirman que «los acontecimientos que estamos celebrando nos dan identidad como nación, como una historia en la que reconocemos el paso de Dios. Estimamos nuestra historia, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, porque en esta historia el Señor nos anima a “remar mar adentro”, trabajando hoy nosotros, como en el pasado lo hicieron nuestros padres, por construir una Patria en la que podamos vivir con dignidad, respeto, igualdad, libertad, justicia y paz».

Un punto muy importante que subrayan los Obispos es la necesidad de asumir el presente para poder proyectar nuestra historia hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza y de transformaciones; asumir el presente significa que cada uno debe estar comprometido con su patria y con su fe; significa que cada uno desde su trinchera como profesionista, ama de casa, trabajadores en diferentes ramos, etc., asuma el presente para «construir nuestro futuro con valores sólidos, en los que ha de tener primacía no un espíritu de división o de discordia, sino de reconciliación; no de renuncia o negación del pasado, sino de aceptación del pasado y de apertura hacia el presente y el futuro».

Más adelante, los obispos de la Provincia eclesiástica de Yucatán invitan a todos los fieles del sureste a sentirse protagonistas en la construcción de un futuro con esperanza y renovado ardor.

«Invitamos a renovar nuestra conciencia sobre la responsabilidad que tenemos ante los desafíos que el presente nos ofrece: combate frontal a la pobreza, educación integral y de calidad para todos, y esfuerzo por la reconciliación, armonía e integración de los distintos componentes sociales».

México es una gran nación, con una hermosa y gran historia. México es un país bendecido por Dios. México es un gran pueblo que debe continuar su camino hacia su propio progreso y desarrollo, en colaboración fraterna con las demás naciones de América y de mundo entero.

Finalmente, los obispos, mirando con esperanza la vida de México, se dicen «solidarios con todos los esfuerzos que realizan muchas personas y organismos por responder a los grandes desafíos que enfrenta nuestro país en la búsqueda de la unidad y del auténtico progreso».

Es interesante este Mensaje de nuestros Obispos, pues nos invitan a ser protagonistas en la construcción de un nuevo rostro de México; un nuevo México cargado de esperanza y renovado ardor; un nuevo México donde apostemos más por la paz que por la violencia; donde se construya la unidad por encima de nuestras diferencias de sexo, de pensamiento, de edad, de ideología, de religión, de partidos políticos.

Un nuevo México donde trabajemos por la reconciliación a pesar de las discordias, egoísmos y divisiones; un nuevo México donde se valore más la vida y no la muerte, donde se viva la libertad y no la esclavitud que provoca el crimen organizado, la violencia y las adicciones.

Un nuevo México que se deje guiar por la sabiduría que procede del Evangelio para alcanzar la paz y la serenidad; para actuar como aquel hombre que sembró buena semilla en su campo y que «una noche, mientras todos dormían, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo, y se fue». Cuando, al paso del tiempo, sus trabajadores se dieron cuenta, enojados le fueron a informar. El dueño del campo les respondió que seguramente había sido un enemigo suyo.

No pierde tiempo buscando culpables. Ante la situación, busca, y encuentra, una solución: «Dejen que crezcan juntos el trigo y la cizaña hasta el tiempo de la cosecha; entonces diré a los trabajadores: recojan primero la cizaña para quemarla, y el trigo júntenlo en mi granero» (Mt 13, 24-30).

México no necesita buscar obstinadamente quién sembró la cizaña, quién es culpable de la escalada de violencia que vivimos actualmente. México necesita urgentemente encontrar un camino para detener esta espiral de violencia que está deteriorando la convivencia armónica y pacífica, por el crecimiento desmesurado de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo que es más grave en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad. ¡Qué en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna!
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